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Columnistas

¿Somos malas feministas por escuchar a Luis Miguel?

Luis Miguel

Por Feminacida

Después de tres años de furor, Luis Miguel, la serie estrenó su última temporada. Glorificado bajo la figura del mujeriego, sus vínculos amorosos fueron uno de los puntos centrales en una biopic que tuvo todos los condimentos del culebrón mexicano: villanos, víctimas, traiciones y mucho drama. ¿Cómo se ve atravesado el relato de su vida por las narrativas feministas? ¿Qué cruces posibles hay entre el ídolo pop machista y la revolución de las mujeres y disidencias? ¿Es hora de cancelar a Luismi?

La tercera entrega de esta serie tiene solo seis capítulos y recorre los puntos más recientes de la vida de Luis Miguel: problemas económicos, su relación con el alcohol, sus vínculos sexoafectivos y la inminente amenaza de caer en la quiebra. En un ida y vuelta constante hacia su pasado, el cantante nos muestra cómo llegó hasta su situación actual, incluyendo el motivo por el cual decidió hacer esta serie en primer lugar: necesitaba pagar una deuda millonaria a un ex productor.

https://youtu.be/7Oj2SNULn8c

(¡Alerta spoilers!) Como no podía ser de otra manera, el cierre de esta historia también incluye el esperado regreso de Luisito Rey y Marcela Basteri, los padres del artista. Recordemos que Basteri “desapareció” cuando Luis Miguel todavía era un niño y, si bien nunca se esclarecieron todos los detalles, la serie apunta claramente contra la familia paterna del Sol de México.

¡¿Dónde están las feministas?!

Si repasamos esta serie desde una perspectiva feminista, las actitudes machistas de Luis Miguel quedan fácilmente a la vista para cualquier espectadorx relativamente atentx. Desde su vínculo con su hija Michelle Salas hasta su icónico noviazgo con Mariah Carey, que duró tres años, podemos verlo en su faceta de padre abandónico y posesivo, además de manipulador.

Mucho se habló en su momento de “la pasión” entre lxs cantantes y el “duelo de egos” que mantenían; sin embargo, esta temporada viene a mostrarnos los celos y el control que Luis Miguel intentaba ejercer sobre Carey. Durante la filmación de una película, por ejemplo, vemos que él decide viajar “de sorpresa” al set donde ella estaba grabando porque desconfiaba de sus intenciones con uno de sus ex, Eric Benét.

Podemos pensar entonces que el hecho de que estas situaciones no aparezcan camufladas habla del momento histórico actual, marcado por la lucha de las mujeres en muchas partes del mundo. Pero además, es la propia Mariah la encargada de ponerle un freno en varias oportunidades. “Andate con alguien que sueñe con prepararte la cena, conducir una camioneta y tejer sweaters para tus hijos”, le responde en una de sus discusiones.

Este cambio de paradigma también queda en evidencia con la elección en la manera de contar la historia de Marcela Basteri. Mientras que durante los principios de la carrera de Luismi los medios de comunicación especulaban sobre el “misterio” en torno a su madre —y vendían contenido alimentando el morbo—, la serie elige enmarcar el caso en un contexto de violencia familiar y de abusos por parte de Luisito Rey.

Luis Miguel Sin ir más lejos, uno de los últimos capítulos muestra cómo este se ausenta del parto de su primer hijo y engaña a Marcela para conseguir ser tapa de revista con la noticia del nacimiento del niño. Las situaciones abusivas por parte de Rey aparecen recurrentemente en distintos capítulos, lo cual deja en evidencia el ambiente violento y machista en el que creció el Sol de México desde muy pequeño.

Sin embargo, a pesar de estos avances en términos de narrativas, la realidad es que la pregunta por dónde está la madre del artista sigue generando clicks hasta el día de hoy.

Ay, el melodrama...

El furor de esta biopic no se puede entender únicamente por el hecho de haber captado a la audiencia que fue contemporánea al éxito de Luis Miguel, sino porque logró atrapar a un público que no fue contemporáneo al auge del artista. ¿Cómo podemos explicar que jóvenxs de 20 años graben stories en un boliche bailando Cuando calienta el sol, en una escena que podría confundirse con una fiesta de fines de los ‘80? ¿O que estén cantando Historia de un amor apasionadamente, en la privacidad de sus habitaciones?

En principio, la serie de Luismi reúne los condimentos del tradicional y conocido por todxs culebrón mexicano: romances y desamores; traiciones y suspenso; y familias y vínculos complejos. Y si bien la figura del cantante no aparece simplificada bajo el arquetipo del protagonista de buen corazón, lo cierto es que la estructura melodramática cala hondo en las raíces de nuestra identidad latinoamericana.

Luis Miguel Como si esto fuera poco, la receta del éxito de esta producción de Netflix se completa con un repertorio musical que remite a muchxs jóvenxs a su infancia. Es que las canciones de Luis Miguel fueron el sonido ambiente de miles y miles de autos y hogares argentinos durante prácticamente 30 años. Solo que ahora, ese consumo dejó de esconderse puertas adentro y salió a las redes sociales, utilizadas para comentar los capítulos, contrastar la información real con la ficción y compartir memes.

Entonces, ¿cancelamos a Luis Miguel?

Desde el estreno de esta serie, las viejas canciones del artista volvieron a popularizarse y a sonar en radios, bares, fiestas y todo tipo de eventos sociales. En realidad, nunca se fueron: muchas de esas melodías son constitutivas de nuestra historia y de nuestra identidad. Pero desde el 2018, el revival de Luismi se volvió tangible, por ejemplo, en la cantidad de reproducciones que acumula en plataformas de música como Spotify y YouTube.

Ahora, ¿qué pasa cuando paramos la oreja y escuchamos la letra de La media vuelta? ¿o cuando nos encontramos cantando a viva voz “Y amarte como yo lo haría / Como un hombre a una mujer / Tenerte como cosa mía / Y no podérmelo creer”? ¿Podemos culparnos? ¿Somos malas feministas por saber todas sus letras y darle play a todo volumen?

En principio, la cultura de la cancelación no parece ser el mejor de los caminos. Esto no quita la importancia de revisar nuestros consumos culturales y repensar la construcción de ídolos. Hasta hace unos pocos años, la violencia simbólica reproducida en películas, series, canciones y otras formas artísticas estuvo naturalizada y, en algunos casos, camuflada bajo “la pasión” o “el romance”; tal es el caso de los boleros de Luismi y de muchos otros. Esto se agrava cuando pasamos del plano simbólico a otras modalidades de violencia: páginas como Tú ídolo es un forro han demostrado el alto porcentaje de artistas y políticos que alguna vez ejercieron violencia contra una mujer.

Si bien la decisión de dejar de consumir la obra de artistas denunciados por violencia de género o situaciones similares es válida, no creemos que el debate sobre este punto esté saldado al interior de los feminismos, ni que tengamos que martirizarnos por seguir disfrutando cada vez que suena Hasta que me olvides.

Para muchxs de nosotrxs, Luis Miguel es ese disco que escuchábamos en familia en el auto o que bailábamos con medias en el living de casa. Su música ha atravesado generaciones y hoy nos permite volver a conectarnos con recuerdos cargados de hits bailables, pero también de melancolía. Castigarnos por querer revivir algo de ese sentir probablemente no nos conduzca a nada. Y si tenemos que reivindicarnos malas feministas por hacerlo, que así sea.

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