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Columnistas

Qatar 2022 | Messi, en el espejo de Maradona

Después que el PSG dilapidó las chances de pasar a cuartos de final de la Champions League contra el Real Madrid, la pregunta que sobrevuela es cuánto afectará esto a Lionel Messi de cara al Mundial. ¿Debe enfocarse en su club primero o directamente apostar a su preparación para Qatar 2022? Ya en 2016 Diego Maradona le había recomendado ir por el plano solista de cara a Rusia. Justo él, que antes de México 1986 se entrenó en modo Rocky Balboa para ser campeón mundial.

"Es fundamental que él se prepare mental y físicamente para su última oportunidad. Lo único que le diría es que se prepare él solo. No tiene que empezar ya. Pero cuatro o cinco meses antes, sí". Esto dijo Maradona en 2016 en su libro Así ganamos la Copa”, que escribió junto a Daniel Arcucci para recordar los 30 años del título en el Estadio Azteca.

Lo único que le diría es que se prepare él solo. Tiene que empezar cuatro o cinco meses antes del Mundial", le recomendó Maradona a Messi en 2016.

Lo que el Diez no sabía era que a Messi todavía le quedaba una bala: iba a ser campeón de la Copa América en Brasil. Y tampoco, que la de este año va a ser la primera Copa del Mundo tras su muerte.

Luego del título en el Maracaná y la clasificación holgada a Qatar, sobrevuela la sensación de que el equipo de Lionel Scaloni llega sin la presión de un título, pero también con nivel alto y un invicto de 29 partidos de por medio, demasiado tiempo antes. El cambio de un Barcelona en descomposición por la constelación parisina auguraba un andar cómodo, que con la eliminación en el Santiago Bernabeu eclosionó. Hoy el equipo parisino pareciera ser solo el vehículo para tener ritmo ante el gran torneo del año. Habrá que ver cómo encarará el capitán su entrenamiento para fin de año.

Luego de lograr una clasificación durísima que se cerró con un empate agónico contra Perú en la cancha de River en 1985, Maradona y, sobre todo, Fernando Signorini, su histórico preparador físico, empezaron a pensar cómo llegar mejor que nadie a México, donde reinaría la altura, el smog, el calor y la falta de oxígeno. No solo se trataba de llegar bien descansado y entrenado, sino de hacerlo mejor que el resto.

Para eso, Signorini había leído que en 1984 el ciclista italiano Francesco Moser había roto dos veces en cuatro días el récord de la prueba de la hora que había registrado en 1972 el belga Eddie Mercx, uno de los cuatro hombres que ganaron cinco veces el Tour de France, la carrera más importante y dura del mundo. Uno de los que había colaborado en la preparación fue el fisiólogo Enrico Arcelli, de la Universidad Estatal de Milán. Signorini lo contactó, pactó un almuerzo para pedir asesoramiento y lo acribilló a preguntas, mientras Diego miraba callado.

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-Ciego, no le hagás tantas preguntas. Si no, el tordo va a pensar que no sabés nada.

-Pero, ¡hijo de puta! Si no le pregunto, ¿cómo carajo hago para ayudarte?

Este diálogo está reflejado en Diego desde adentro, el libro que el entrenador editó el año pasado donde recuerda cómo fue la relación entre ellos, que no era común en esa época tener un preparador físico personal y que fueron aprendiendo “el uno del otro”.

Cuando terminó la reunión, Arcelli les dio el nombre que podía cumplir con las expectativas que tenían: Antonio dal Monte. El médico era doctor en Medicina Espacial, director científico y especialista en fisiología y biomecánica del Comité Olímpico Nacional Italiano y, además, jefe de los Servicios de Investigación de Aerodinámica de Ferrari.

Maradona y Fernando Signorini.

El centro de entrenamiento de dal Monte estaba en Roma, en el barrio de Acqua Acetosa. Ironías del destino, mientras Diego de convirtió en el abanderado del sur pobre, encontró en dos de las ciudades del norte rico, las soluciones que le permitieron dominar el fútbol de su época.

Signorini le explicó que le interesaba conocer a fondo el biotipo de Maradona, cómo era por dentro y cómo funcionaban sus sistemas de energía. Todos los lunes a la mañana llegaban para comenzar las prácticas. Si el fin de semana habían jugado en Nápoles, salían temprano ese día en auto, y si el partido había sido en el norte, el domingo por la noche dormían en un hotel romano.

Ironías del destino, mientras Diego de convirtió en el abanderado del sur pobre, encontró en dos de las ciudades del norte rico, las soluciones que le permitieron dominar el fútbol de su época.

El capitán arrastraba dos dolores muy fuertes: uno en su orgullo, por el Mundial de España, cuya última postal fue una tarjeta roja contra Brasil, y el otro en su cuerpo, por la brutal lesión que le dejó Andoni Goikoetxea, que le fracturó el tobillo izquierdo. El preparador le pidió al científico que había que reforzar esa zona.

Dal Monte diseñó un dispositivo que fue descripto como “un zapato de metal con correas adheridas a un eje para agregarle peso”. Empezaba a caminar en la cinta, luego venía un trote más liviano para terminar corriendo a fondo. Luego había ejercicios de rotación y traslación, principalmente en el tobillo maltrecho, para ganar fuerza y movilidad. Ese aparato viajó a México, donde Maradona siguió usándolo. Vale recordar que tras esa lesión su pie no volvió a tener la autonomía anterior y hasta debió modificar su manera de jugar.

Otro de los aportes del doctor fue para mitigar los dolores de espalda. Le recomendó que se colgara de unas grampas de sujeción cabeza abajo para que la gravedad liberara presión de sus vertebras.

También agregó un factor motivacional fuerte: lo hacía entrenar frente a espejos porque eso le daba una causa en la que enfocarse, y profundidad. Esa idea la trasladaron al gimnasio personal que montaron en su casa napolitana, donde a Diego le gustaba entrenar boxeo mientras sonaba la música de Rocky. Solo le faltó golpear medias reces en un frigorífico.

Sin embargo, el principal cambio fue en su respiración. El Mundial se jugó en pleno verano boreal, al mediodía, para que los partidos cayeran en horarios cómodos en Europa, con altura y la polución del Distrito Federal, donde Argentina tenía dos de los tres partidos de la zona de grupos. Dal Monte le enseñó a respirar jadeando, donde lo ideal era tomar aire en cantidades pequeñas pero con más bocanadas. Así, además de trabajar mejor, se iba a cansar menos.

Maradona, cuando entrenaba con la música de Rocky.

Hacían pruebas de equilibrio para variar velocidad, ángulos o resistencia a través de contrapesos: lo revoleaban por el aire y siempre caía parado. Signorini recuerda en su libro que en el segundo gol a Bélgica se puede advertir ese trabajo. Maradona elimina a tres defensores, acuesta al arquero, hace el gol y Eric Gerets lo choca violentamente. “Diego no se cayó. Giró en el aire, como un trompo, cayó con el pie derecho y, recuperada la vertical, corrió hasta el banderín del corner para festejar”. A México, además de Signorini, Maradona llevó a Salvatore Carmando, masajista del Nápoli, que trabajaba en su cuerpo antes y después de cada entrenamiento y partido. Todo, consensuado con el club y con Carlos Bilardo.

El trabajo con dal Monte comenzó ocho fechas antes del final del torneo italiano, que Napoli cerró en el tercer lugar. Ganó seis de esos juegos, empató uno y perdió el otro. En la temporada siguiente al Mundial, ganó la serie A y hasta su salida del club sumó cuatro títulos más, entre ellos la Copa Uefa, único título internacional del equipo.

Antes del título más importante de su carrera, Maradona dejó todo y se enfocó en él, en ser la figura del Mundial, como declaró antes del debut con Corea del Sur. La pregunta ahora es qué hará Messi.