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Columnistas

Preguntas y mentiras tras el acuerdo con el FMI

Por Jairo Straccia

¿A qué hora es la carta de Cristina? Con esa pregunta en chiste latiendo en el microcine del Ministerio de Economía, se reflejaba el viernes el gran interrogante del principio de acuerdo del Gobierno con el Fondo Monetario Internacional. 

Dada la extraña forma de funcionamiento del Frente de Todos, la respuesta del ministro de Economía, Martín Guzmán, cuando Diario Con Vos le planteó si había recibido el aval concreto de la vicepresidenta sobre estos números que estaba presentando, llenó de dudas el ambiente: “El Congreso deberá opinar en su momento”.

¿What? ¿La posición de la principal accionista de la coalición se va a conocer cuando todo llegue al Parlamento? Si me decía “no me jodas, Jairo” sonaba más comprensible. En la Casa Rosada descuentan el disgusto de la Jefa pero no se deciden si es mejor su silencio a que clave un posteo de los suyos.

Las inquietudes tienen su lógica. El entendimiento con el FMI llegó dos días después de que la ex presidenta hablara en Honduras contra las políticas de ajuste y asociara a los designios de los organismos de crédito con el crecimiento del tráfico de drogas. Arreglamos con los narcos, entonces, sería otra broma del día.

En términos concretos es evidente que nada de lo que venía planteando el jefe del bloque de diputados oficialistas, Máximo Kirchner, figura en lo que se convino hasta ahora.

Máximo kirchner
Sin logros. El cierre no incluyó ni 20 años de plazo de pago ni tampoco que se eliminen las sobretasas que gatilló el tamaño del crédito, todos pedidos públicos de Máximo Kirchner.

Aquél sueño de la refinanciación especial a 20 años, no caminó. Finalmente tras cuatro años de gracia habrá que empezar a pagar los casi US$ 45 mil millones que se reciben ahora para devolver los que le dieron a la administración anterior. ¿Cómo? ¿Con qué cronograma? No se informó aún. 

El pedido de que nos remuevan las sobretasas que se le cobran a países que se endeudan muy por encima de su cuota en el organismo multilateral, no apareció en el anuncio. “Se seguirá trabajando de manera global”, atinó a responder ayer por radio Sergio Chodos, el representante argentino en el FMI, mano derecha de Guzmán.

Y si era una demanda también de las que se habían planteado desde el departamento de Recoleta eso de que las revisiones trimestrales del pacto no fueran “vinculantes”, es decir que no estuviera atado el desembolso de la plata al resultado de esas evaluaciones que hacen los burócratas de Washington, tampoco se consiguió. La normativa del Fondo es la que es, y así lo explicó el propio Guzmán en la conferencia de prensa. 

¿Albertismo, so vo?

El acuerdo irrumpió en plena discusión pública del oficialismo. El diputado Leopoldo Moreau había llegado a plantear que era mejor desdramatizar la idea de un default dado que el Fondo puede llevarte más a una crisis que la decisión de romper. El ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, le respondió que eso es una irresponsabilidad de los que no tienen que gestionar nada. 

Así las cosas, se abren al menos tres interrogantes hacia adelante:

  1. ¿Asistimos a una máquina perfecta de negociar, con los técnicos acá puliendo números mientras la vicepresidenta mostraba los dientes al mundo, replicando la lógica del policía bueno y el policía malo? 
  2. ¿Estamos descubriendo cómo funciona una alianza de gobierno tan amplia donde hay acciones para un lado y discursos hacia otro de manera tal de “contener a todos”, como me dijo una fuente cercana al gobernador Axel Kicillof cuando le había planteado en público a Guzmán aquél 6 de enero de reunión con las provincias que tenían que “revisar la estrategia” porque no había dado resultados? 
  3. ¿O estamos en la antesala de una pelea más grande, donde el presidente Alberto Fernández junto al peronismo tradicional se juegan a estabilizar la economía y crecer de acá a las elecciones, frente a un kirchnerismo más duro que en cualquier momento le grita “yo te avisé y vos no me escuchaste” para conservar su capital político y no quedar pegado al gobierno tutelado por el Fondo, que estará en el país revisando los números cada tres meses?

Hay espejos para todos los gustos. Están los que recuerdan el arranque de Néstor Kirchner, que tensionaba con el Fondo pero pagaba, tanto que para sacárselo de encima no se bajó los pantalones y les hizo fuck you, sino que los corrió a billetazo limpio cancelando hasta el último centavo. Pero están los que no olvidan que después de las últimas PASO el enfrentamiento llegó a niveles nunca vistos en una coalición, donde el ala cristinista le renunció en público al jefe de Estado para llamarle la atención.

Las horas frenéticas del cierre tuvieron como protagonistas al Presidente y su ministro de Economía, obviamente, además del jefe de Gabinete, Juan Manzur e -infaltable- a Sergio Massa, el titular de la Cámara de Diputados y habitual puente con Estados Unidos, que en momentos como este chapea como garante de la no radicalización del kirchnerismo. 

Como cuando se detectan infidelidades o amoríos en la farándula, una guía puede ser la interacción en las redes sociales. Todo like es político. Hasta ahora, los perfiles de Cristina Kirchner y La Cámpora en Twitter no dicen nada. Las últimas publicaciones refieren a la exposición en Tegucigalpa titulada “Los pueblos siempre vuelven”. Pero Kicillof tuiteó el viernes que la refinanciación de los vencimientos “evitará una catástrofe en lo inmediato” y se enfocó en llamar al macrismo a hacerse cargo de su herencia. Lo retuiteó el ministro del Interior, Wado de Pedro.

¿Hacía falta mentir? 

Guzmán
Dupla. El ministro Guzmán y el representante en el Fondo, Sergio Chodos, en las horas decisivas de las negociaciones.

El Presidente expresó en su mensaje de cinco minutos que el acuerdo a grandes rasgos es diferente de otros porque no afectará el crecimiento, no pide “ajuste” ni exige reformas estructurales. Es una forma de presentarlo que -se entiende- busca ser lo más digerible posible para el ADN de su fuerza política. 

Tal vez haya algunas de esas afirmaciones que sean así. Aún es pronto para hacer afirmaciones contundentes porque restan semanas de negociaciones de los números finos, se explicó, y recién luego se conocerán todos los datos, la letra chica, que el Fondo siempre se encarga de dejar por escrito.

Pero lo preocupante es que hubo al menos dos dichos de Alberto Fernández que fueron lisa y llanamente desmentidos por el propio FMI apenas horas después. 

El jefe de Estado aseguró que no le pidieron “déficit cero”, algo que luego completó Guzmán cuando detalló los objetivos de baja del déficit primario (diferencia entre lo que se recauda y gasta sin contar lo que va para deuda) para este año, 2023 y 2024. A las pocas horas, Gita Gopinath, la india número dos del organismo, tuiteó su satisfacción por los avances y el único dato que escribió es que se apunta al déficit cero para 2025. Además, vale recordar que el ministro había explicado a los mandatarios provinciales que la Argentina pretendía el equilibrio fiscal en 2027. No se pudo.

En igual sentido, Alberto enfatizó en su discurso en los jardines de Olivos que no habrá cambios en los servicios públicos. El comunicado del FMI sólo hace mención a un área del Estado donde deben concentrarse los recortes del gasto: los subsidios energéticos.

Con las dudas que genera el Fondo en la Argentina, donde los últimos 21 acuerdos salieron mal, presentar el principio de acuerdo número 22 con mensajes que al toque quedan en off side, no es la mejor manera de buscar el apoyo de la sociedad.

Hubo al menos dos dichos de Alberto Fernández que fueron lisa y llanamente desmentidos por el propio FMI.

Porque además eso invita a dudar sobre otras cuestiones que hasta ahora tuvieron respuestas grises o falta de información. Por ejemplo, ¿cómo serán las metas de tasas de interés “positivas”, es decir, por arriba de la inflación?. Se trata de un objetivo loable, que es cuidar al ahorrista en pesos y fortalecer la moneda, pero que con estos niveles de precios pueden llevar a tasas muy altas que al mismo tiempo hagan inviable el crédito a los sectores productivos. 

Y lo dicho, ¿cómo se devolverá el nuevo crédito para repagar el de Macri? Casi en un fallido, el ministro de Economía dijo que “ahora pasa lo mismo” que en 2018: hay un programa de dos años y medio durante el que nos dan la plata para repagarles, pero que después “la deuda queda”.

La pregunta de fondo

A la espera de más precisiones, conviene desarmar sobreactuaciones en todos lados. 

Hay kirchneristas que corren por recontra izquierda al Gobierno porque dicen que entregó soberanía, como si la gestión de Cristina Kirchner no hubiera firmado un pacto con cláusulas desconocidas con la petrolera Chevron o no hubiera cerrado en horas una refinanciación con el Club de París que tal vez ameritaba más detalles.

También, hay oficialistas que eran escépticos de las ventajas de arreglar con el FMI porque siempre fue un lastre que ahora, sin haber visto la letra chica de nada, de golpe descubrieron que no hubo nunca en la historia un acuerdo como éste. Bueno, no hace falta tanto.

Y en la oposición, mamadera. Le reclaman una toma de posición pública a la vicepresidenta antes de mover ficha en el Congreso, pero nunca le pidieron alguna reflexión profunda a sus líderes sobre la mala praxis de las políticas económicas que los llevaron al pedido intempestivo de semejante torta al organismo. 

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Es cierto que Juntos por el Cambio sacó un comunicado en apoyo al acuerdo porque aleja el default. Tiene lógica. No lo dirán, pero tampoco la idea de bajar el déficit creciendo muchos años al 3% es tan distinta de la que explicaba en su momento Gustavo Lopetegui, vicejefe de Gabinete de Macri, cuando hacía pronósticos en su despacho.

Como sea, tras el frenesí del anuncio del viernes, la pregunta de fondo sigue intacta: ¿cómo hace el país para expandirse durante muchos años, de manera estable y sostenible pese al paso de distintos gobiernos, con baja inflación y con mejores empleos, que además calcen con una población que tiene que salir de un pozo educativo de décadas?

¿Hay acuerdo?

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