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Columnistas

Lo que más falta es lo que sobra

Aquello de que “nada se pierde, todo se transforma” hace suponer –quizás con razón– que el mundo tiene un valor constante que no se modifica. En otras palabras, la cuenta final de todas las cosas que existen da siempre el mismo número. En el total, nunca falta ni sobra nada. Lo que muere en una parte nace en otra.

Sin embargo, todos registramos faltas y pérdidas. Pero es casi imposible consignar casos de personas que denuncien lo que les sobre. Siempre falta algo: falta dinero, falta tiempo, falta espacio, falta trabajo, falta cocción...Estamos al horno, pero crudos (que es la peor manera de estar ahí).

Es casi imposible consignar casos de personas que denuncien lo que les sobra.

En estas horas se discute la deuda con el FMI (no importa cuándo leas esto). Ahí también las negociaciones son sobre lo que falta. Nunca sobre lo que sobra. Se trata de una paritaria invertida. Lo que está en disputa es todo lo que no hay.

En el siglo pasado (aquel lejano siglo XX cambalache) lo más vendido a nivel global era -según la época- petróleo, autos, cereales, maquinaria industrial… Siempre eran cosas tangibles que el capitalismo sabía transformar en mercancías. Ya no. Ahora lo que más se vende en el mundo es deuda.

Asistimos a un gran supermercado de góndolas vacías en el que cada uno se sirve la nada que le toca y asume el compromiso de una promesa de pago sobre algo que no tiene. “Nada nadie nunca”, si no fuera el título de una novela de Saer, podría ser una buena frase para auxiliar a este párrafo desnudo.

Pero no estamos en bolas, nos damos maña para vender lo que no hay. La deuda se vende como pan caliente, y no solamente la del Fondo; también hay bonistas de todos los colores. Los tenedores de deuda pinchan fuerte y si algún día se pusieran de acuerdo para reclamar de forma simultánea y unánime el pago que sus papeletas prometen, saltaría a la luz que ese dinero no existe. Nunca existió. Pero eso no ocurre. Y las cosas siguen siendo tan normales como siempre. Falta. Siempre falta.

Entre los cuentos de hadas más libertarios, la Teoría del Derrame lo explica sin pudor: cuando el vaso esté lleno de más, derramará agua y podrás pelear por tomar algunas gotas. Pero ni eso. El vaso se agranda más rápido de lo que puede llenarse.

Los tenedores de deuda pinchan fuerte y si algún día se pusieran de acuerdo para reclamar de forma simultánea y unánime el pago que sus papeletas prometen, saltaría a la luz que ese dinero no existe.

Frente a la bochornosa desigualdad que existe entre los humanos, se suele decir que hay que visibilizar a los pobres, a todos aquellos que son la inmensa mayoría de nuestra especie y que viven bajo la línea de pobreza.

¿Y si hiciéramos al revés? ¿Cuántas personas viven por encima de la línea de riqueza? Muy pocos. Quizás dar visibilidad a los ricos sea una forma más clara de apreciar el disparate.

Existe una lista que se modifica diariamente (sin grandes cambios) de las 500 personas más ricas del mundo (fíjate acá si estás: https://www.bloomberg.com/billionaires/ ).

En esa lista, cada tanto, aparece un argentino: el habitué es Marcos Galperín, el empresario que se autoexilió en Uruguay porque fue en busca de horizontes fiscales más laxos. Pero en la tabla hay muy pocas mujeres. La desigualdad también es sexista y la inmensa mayoría de los multimillonarios son hombres. Según OXFAM International (una ONG global especializada en desigualdad), los 22 tipos más ricos del mundo tienen más riqueza que todas las mujeres de África. Plop!

Los faltantes más difíciles de identificar son los que no dejan espacios vacíos. Todas las cosas del mundo siguen siendo las de siempre. Y, sin embargo, la lista de lo que falta no para de crecer. Aquí mismo este texto decía otra cosa y eso es lo que ya no está; lo que falta. El final de esta historia se escribe en otro lado, sobra en otra parte.