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Columnistas

La maldición del encendedor blanco

Encendedor

Hasta que cayeron en desgracia y fueron reemplazados por las pantallas de los celulares, los encendedores y el rock tenían como único punto de encuentro el momento de las baladas: dos rasgueos de guitarra acústica y el anuncio de un lento “para las chicas” (había que avisar: no fuera a ser cosa que un varoncito desprevenido disfrutara un tema de amor) bastaban para convertir el campo y la platea en un mar de llamitas. En ese contexto, la desgracia más grande que un encendedor podía generar en el rock era que nos quemáramos un dedo con la ruedita caliente, cosa que pasaba bastante seguido pero que por suerte quedó atrás gracias a los siempre estables, frescos y universales smartphones.

Eso, al menos, desde nuestro lugar de espectadores. Del otro lado del mostrador, el de los músicos, circula desde hace no menos de cincuenta años una leyenda urbana que convierte a los aparentemente inocuos BIC descartables en una sentencia de muerte: la Maldición del Encendedor Blanco, un terrible flagelo que -según los que creen en este cuento- se habría cobrado como víctimas a varias de las estrellas de rock más grandes de la historia.

El mito de los encendedores letales viene adosado a otro más conocido: el del Club de los 27, esta logia infausta de músicos que tres años antes de cumplir los treinta pasan a la inmortalidad en condiciones nunca muy plácidas. Se dice que el fundador del Club fue Robert Johnson, el blusero que -siempre en la fábula, desde ya- hizo un pacto con el diablo para convertirse en uno de los mejores guitarristas del mundo. Claro que Lucifer, como era de esperarse, no le jugó limpió: en 1938 reclamó su alma y se lo llevó a su morada final, seguramente calentita. Johnson tenía 27 años y 100 días.

Según el mito, Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison y Kurt Cobain fueron encontrados muertos con un encendedor Bic blanco en la ropa o a su lado.

En las siguientes tres décadas el club fue sumando miembros de bajo perfil: el pianista de swing Nat Jaffe murió en el 45 poco antes de cumplir los 28; Rudy Lewis, cantante de los Drifters, falleció de sobredosis en 1964 a los 27 años y 271 días; Malcolm Hale, guitarrista de Spanky and Our Gang, dejó este mundo por culpa de un envenenamiento con monóxido de carbono en el 68, seis meses después de haber festejado el cumpleaños fatídico. Y entonces se da inicio a la Era de Oro de la muerte joven, y ahí es donde el encendedor blanco empieza a jugar.

Primero hay que decir que no todos los miembros famosos del Club de los 27 serían víctimas de la Maldición del Encendedor Blanco: Brian Jones, Amy Winehouse o nuestro Rodrigo Bueno no habrían sido alcanzados por el maleficio. Sí, en cambio, los tres que partieron en menos de un año entre septiembre del 70 y julio del 71: Jimi Hendrix, Janis Joplin y Jim Morrison. También Kurt Cobain, que se quitó la vida en el 94. Todos ellos, reza el mito, fueron encontrados muertos con un encendedor BIC blanco de plástico descartable en la ropa, o a lo sumo al lado suyo.

Jim Morrison, una de las "víctimas" de la maldición.

¿Hay algo de cierto en esto? Casi nada, pero antes de arruinarnos la diversión con la realidad podemos explicar de dónde viene esto de creer que un encendedor pueda ser un pasaje al otro mundo. Las leyendas urbanas suelen partir de un hecho real menor que con el boca en boca va agrandándose e incorporando elementos fantásticos, y ésta no es la excepción. Lo concreto acá es que la bronca a los encendedores blancos nace en las comunidades fumonas en los 70, y el motivo es cien por ciento terrenal: si prendías la pipa o el porro con un encendedor blanco, éste se manchaba de ceniza o resina, cosa que te mandaba al frente si la policía te revisaba. Con un encendedor de otro color podías disimular. Con uno de otro material, más todavía. Pero con uno blanco y de plástico tus chances de pasar un tiempito a la sombra después de una razzia aumentaban exponencialmente. Ergo, los encendedores blancos dan mala suerte. De ahí a que sean letales: un poco de tiempo e Internet nomás.

La bronca a los encendedores blancos nace en las comunidades fumonas en los 70 y el motivo es cien por ciento terrenal.

Ahora bien, ¿tenían o no tenían un BIC blanco consigo los rockeros muertos? Empecemos por la marca: esos encendedores no se produjeron hasta 1973, así que difícilmente podrían haber tenido uno Jimi, Janis o Jim cuando murieron, dos años antes.

También se podría conjeturar que fue una confusión con otro encendedor, dado que los Cricket existían desde los 60. Sin embargo, aquello tampoco parece muy posible: esa línea sólo circulaba en Francia en aquella década, y recién llegó a otros países cuando Gillette compró la compañía que los producía, en 1972.

Pero más allá de cualquier hipótesis, lo cierto es que ni el reporte forense de Hendrix ni el de Joplin mencionan ningún encendedor en su escena de muerte, ni en su ropa ni alrededor. Ni el de Morrison, a quien no se le hizo autopsia pero tampoco existe documento alguno que dé cuenta de un encendedor cerca de su cuerpo. ¿Evidencias, entonces? Ninguna.

El que pegó en el palo fue Cobain, que en el momento del escopetazo letal tenía un encendedor en su kit de heroína y otro tirado cerca. También es cierto que ambos eran BIC. Sin embargo, como se puede ver en las fotos que tomó la policía, ninguno era blanco: uno era multicolor y el otro rosa.

La escena de la muerte de Cobain.
La escena de la muerte de Cobain.

De modo que, como suele pasar en estos casos, la conspiración es mucho más entretenida que el dato, y lo que empezó como un problema concreto (que la ley se diera cuenta de que eras fumón por las manchas de tu encendedor) se convirtió en una maldición sobrenatural. Que Cobain se acercara al mito y se publicaran las fotos tampoco ayudó: las cuentas seguían sin dar, pero lo que faltaba era poco y se completaba con un mínimo de fantasía.

Hasta hoy el mito sobrevive en foros cannábicos: así como -por ejemplo- se evita nombrar a ciertos famosos porque son “yeta” sin más pruebas que un puñado de anécdotas forzadas, los marihuaneros más hardcore del mundo anglo son capaces de frotar dos palitos durante horas para darle mecha al bong antes de usar un BIC blanco. Pero fuera de eso sigue sin haber reportes de muertes masivas de rockeros por culpa del color de sus encendedores. Queda pendiente el experimento de regalarle uno a un músico (no a uno del que seas fan, por si acaso) y ver qué pasa. Todo sea por la ciencia.

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