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Columnistas

Economía y justicia: ¿un pacto entre Alberto y Cristina?

Por Jairo Straccia

¿Y si el gran acuerdo nacional era otra cosa y ya empezó?

La distancia con su oficina en Nueva York le da a un financista argentino de esos que trabajan en Wall Street hace años la posibilidad de esbozar una teoría. Desde las elecciones, habría un gran acuerdo en marcha, pero que no es ni un La Moncloa, ni una foto con la oposición ni un pacto social multisectorial. Sería sencillamente un arreglo dentro del Frente de Todos que se resumiría así: Alberto toma el control de la política económica, Cristina empieza a ver soluciones a sus problemas en la Justicia

La semana que acaba de terminar es una invitación a comprar esa idea. 

Anteayer, un tribunal sobreseyó a la vicepresidenta en una investigación por presunto lavado de dinero y -en lo que es más llamativo- la liberó de tener que ir a un juicio oral, que es donde cualquier ciudadano común ve confrontadas las pruebas a favor y en contra y los magistrados llegan a una conclusión para dictar sentencia.

Se trata del tercer caso en el que el Poder Judicial desliga a la líder del oficialismo de las causas sin ir al banquillo: antes había ocurrido lo mismo con los expedientes sobre operaciones con dólar a futuro y respecto del memorándum de entendimiento con Irán, dos causas donde había consenso de que quizás estaban flojas de papeles porque se habían judicializado decisiones políticas y no hechos punibles, por lo que no había habido mayor ruido más allá de lo privilegiado de sus alegatos transmitidos tipo cadena nacional hablándole a los jueces, en aquellos días de “doctor Petrone”.

Pero en este caso la sensación de impunidad es más grosa: en primera instancia se había demostrado un entramado para lavar dinero proveniente de la obra pública vía la contratación de habitaciones en los hoteles de Hotesur y Los Sauces, de la familia Kirchner, e incluso el fiscal Diego Velasco había pedido avanzar hacia el juicio oral, para cuando además había en marcha más medidas de prueba. 

Por eso resultó tan extraño que, con los votos de los jueces Adrián Grünberg y Daniel Obligado, se diera por tierra con la acusación. Para la jueza Adriana Pallotti, que votó en disidencia, había que avanzar hacia el juicio. Además, todo se tiñe más de escándalo al ver el apuro en la decisión: a fin de mes se le acababa la subrogancia en el cargo -la suplencia- a Grünberg, y no se sabía cómo podía votar quien llegara al puesto.

Pero los detalles no le importan al mercado financiero. 

La vicepresidenta ha decidido dejarle el escenario despejado al Presidente, como escribió ayer en su último posteo: “Que a nadie lo engañen sobre quién decide las políticas en la Argentina”.

“Esto contribuye a que Cristina Kirchner se corra de la gestión”, lee alguien que prepara papers con proyecciones macroeconómicas y -sin ponerse colorado- con interpretaciones políticas. En su visión, la vicepresidenta ha decidido dejarle el escenario despejado al Presidente, como escribió ayer en su último posteo: “Que a nadie lo engañen sobre quién decide las políticas en la Argentina”. En esa línea, que la Justicia -al menos por ahora- la libre a ella y a sus hijos de las causas judiciales debería mantenerla menos participativa de un gobierno que hay que ver a esta altura cuán suyo lo considera. 

Peronismo de Hotel Alvear

Juan Manzur
Corazón. El jefe de Gabinete, Juan Manzur, dijo que el centro del Frente de Todos es el justicialismo, no el kirchnerismo.

Lo que haría más verosímil la posibilidad de esta especie de pacto de funcionamiento entre Alberto y Cristina, es lo que precedió esta semana al pronunciamiento de la Justicia: la irrupción de las principales figuras del oficialismo tratando de transmitirle al empresariado que el Gobierno no reniega del sector privado y que quiere ordenar la macroeconomía de la mano de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

La casualidad quiso que el mismo día y a la misma hora, en dos salones distintos del Hotel Alvear, uno de los más emblemáticos del poder, esos que tienen mucho dorado en las barandas de las escaleras, hablaran el jefe de Gabinete, Juan Manzur, ante el Consejo Interamericano del Comercio y la Producción (Cicyp), y el ministro del Interior, Wado de Pedro, frente a la cámara de las principales multinacionales españolas en la Argentina.

El discurso del tucumano -que agradeció a los principales dueños del país “los consejos de vida” que le han dado- dejó una definición que nadie le había pedido: “El justicialismo es el corazón del Frente de Todos”. O sea, se entiende: no el kirchnerismo, no el cristinismo. El justicialismo. Él, los gobernadores, los intendentes, los que llenaron la plaza el Día de la Militancia en el que el nombre de Cristina Kirchner no salió ni una sola vez de la boca del Presidente. 

El mismo día y a la misma hora, en dos salones distintos del Hotel Alvear, hablaran el jefe de Gabinete, Juan Manzur, ante el Consejo Interamericano del Comercio y la Producción (Cicyp), y el ministro del Interior, Wado de Pedro, frente a la cámara de las principales multinacionales españolas.

Además, Manzur dijo que el Poder Ejecutivo “no se enamora de ninguna medida”, que los tres ejes de la gestión son “la inversión, el empleo y las exportaciones” y que se trata de una administración “pragmática”, una definición que moja a todo empresario cuando la escucha de boca de un peronista. Es la palabra clave para explicar que aún con un discurso que a veces suene a lo contrario, se pueden aplicar medidas impopulares que demanda el mundo corporativo. “El peronismo no adhiere a las visiones que demonicen a las empresas ni a sectores productivos”, redondeó el “menemcito” en busca de recuperar el “volumen político” que se le atribuía cuando asumió.

De Pedro, mientras tanto, recibía preguntas puntuales de parte de Telefónica respecto de la regulación para las telecomunicaciones, de Endesa sobre las tarifas energéticas, y de Iberia y Air Europa respecto de las normas aerocomerciales. En todos los casos, acompañado por su jefe de gabinete, Marcos Schiavi, respondió que estaba dispuesto a abrir canales de diálogo particulares para atender las inquietudes. 

El funcionario de La Cámpora explica en la intimidad que busca “acortar distancias” con los hombres de negocios y combatir los prejuicios sobre la organización juvenil que fundó Máximo Kirchner, en cuyos actos se canta “esa deuda que heredamos no la vamos a pagar con el hambre del pueblo”. Pero el título del comunicado oficial de su cartera fue contundente con el objetivo de su paso por el Alvear: “Todo el Gobierno tiene la misma postura ante el FMI”.

Sueños de emancipación

Son los días, además, del empoderamiento público del albertismo. Tal vez, sólo una Cristina Kirchner más relajada por buenas noticias judiciales puede dejar pasar la tunda en público y en privado que le dieron a su hombre en el control de los precios. Roberto Feletti, el secretario de Comercio Interior que asumió tras las primarias por expreso pedido de la vicepresidenta, recibió una fuerte reprimenda por haber esbozado en una entrevista en Página12 el domingo pasado que se estaba analizando un aumento de retenciones para “desvincular los precios internacionales de la mesa de los argentinos”.

“Tuvo una actitud que no es la más indicada”, lo desautorizó así no más por radio Matías Kulfas, que además de ser su jefe directo como ministro de Desarrollo Productivo es la voz económica del Presidente. Si eso dijo en los medios, imaginate lo que debe haber sido la charla que mantuvieron en privado. Y ni qué hablar lo que se cuenta del intercambio con el ministro de Agricultura, Julián Domínguez, quien hace gala de su muñeca para ordenar la relación con el campo y se puso loco al leer de golpe elucubraciones de un funcionario de rango menor sobre temas de su área.

El momentum del albertismo incluye más señales. 

Resucitados. Moroni y Kulfas, los ministros de Trabajo y Producción, con gestos de poder inusuales.

Por un lado, hay avances en los esquemas de segmentación de tarifas de servicios públicos para caminar hacia una baja de subsidios en 2022, que venía impulsando el ministro de Economía, Martín Guzmán. El Ente Nacional Regulador de la Electricidad lanzó el reempadronamiento de 1,5 millones de usuarios para saber posta quiénes consumen y cuánto para ver si les corresponde o no una subvención. Por ahora, se anotaron sólo 12 mil personas. “Tardaron un poco en arrancar”, se ríe un funcionario del equipo económico que recuerda que habían planteado esas medidas hace más de un año. En tanto, el siempre apuntando ministro de Trabajo, Claudio Moroni, anunció el fin de la prohibición de despidos y de la doble indemnización, otro pedido de la Unión Industrial Argentina. El contexto importa: lo hizo en un acto en la sede del Grupo Techint, donde su titular Paolo Rocca disertó sobre la importancia del mérito en la asignación de becas educativas. 

Si llega a ser cierto que Cristina se contenta con los guiños judiciales mientras “deja hacer” en materia económica, también da la impresión de que buscará preservarse todo lo que pueda de los costos de las gestiones con el FMI, como para llegado el caso meter una carta del tipo “yo te avisé” como la que clavó después de las primarias. Por algo ayer le recordó al jefe de Estado sus palabras del 9 de julio, cuando había dicho que antes de firmar cualquier cosa se iría a su casa. 

Como sea, desde aquel anuncio grabado del día de las elecciones, cuando se anticipó la búsqueda de un “acuerdo sostenible” con el Fondo, el sueño de la emancipación que tienen los albertistas del gabinete se potencia. Son esos mismos que llamaban a romper en la crisis interna tras las primarias o que ahora se atan a la idea de que el peronismo no kirchnerista puede arrebatarle de hecho la administración a la arquitecta de la fórmula que derrotó al macrismo en 2019.

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