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Columnistas

El jugador del pueblo

Por Federico Yañez

Así como desde hace tres años Nicolás Maduro adelanta la Navidad en Venezuela , los acólitos de Diego Maradona festejan cada 30 de octubre su propia festividad, la Navidad Maradoneana en homenaje al cumpleaños del Diez. Este año será el primero tras su muerte, quizás en un absoluto plano divino. Varios homenajes salieron y saldrán en estos días para recordar las mil caras que tuvo. Ediciones Carrascosa y el Sindicato de Prensa de Buenos Aires, SiPreBa, editaron Rey de Fiorito, crónicas políticas y sociales de Diego Maradona”, once textos que repasan su faceta como actor político, uno de los más importantes que tuvo el país en los últimos 50 años.

Videla con el seleccionado juvenil, campeón del mundo en Japón ´79.

Ya desde que nació la política lo atravesó. Diego llegó al mundo el 30 de octubre de 1960 en el Policlínico Gregorio Araoz Alfaro, que había sido inaugurado en 1952 bajo el nombre de Policlínico Evita, y cambiado tras el derrocamiento del gobierno de Juan Domingo Perón en 1955. "Mi viejo fue peronista, mi vieja adoraba a Evita, y yo fui, soy, y seré siempre peronista. Y esto no debería ser un problema. El problema es la intolerancia que nos plantaron. Por eso, feliz Día de la Lealtad peronista", se leyó en su Instagram el 17 de octubre del año pasado. Leonardo Torresi rememora en su texto la crianza en un barrio popular del conurbano atravesado por el peronismo que sus padres le inculcaron con cariño y sutileza en épocas que alternaban entre dictaduras militares y el último gobierno justicialista.

El libro “Rey de Fiorito, crónicas políticas y sociales de Diego Maradona”, editado por SiPreBa y Ediciones Carrascosa.

Mi viejo fue peronista, mi vieja adoraba a Evita, y yo fui, soy, y seré siempre peronista. Y esto no debería ser un problema", publicó el 17 de octubre del 2020.

Desde su retiro hasta su muerte fue sacando a relucir cada vez más fuerte sus convicciones, que tuvieron a Cuba como su primera parada pública. A fines de los años ´80 Pablo Llonto le gestionó una visita a la isla para conocer a Fidel Castro y lo recrea en el capítulo ocho. La Agencia Prensa Latina quería darle un premio al mejor deportista del año y el encargado en Argentina de producir la visita era el periodista de La Razón Carlos Bonelli.

Con Fidel Castro, en Cuba, a fines de los ´80.

Diego no se pronunciaba abiertamente sobre sus ideas, más allá del baño popular que recibió en el balcón de la Casa Rosada tras ganar la Copa del Mundo de México ´86. Bonelli le pidió ayuda a Llonto, su compadre, que trabajaba en el diario Clarín y tenía una relación con el capitán del seleccionado. Tras la Copa América de 1987,  estuvo nueve días entre Varadero y La Habana, donde se encontró por primera vez con el Comandante.

El único que no tuvo vínculo fue Mauricio Macri, que un mes y medio antes de su fallecimiento dijo que debió echarlo de Boca cuando llegó.

Toda su familia fue invitada a cenar, le dejó una camiseta y se llevó a cambio una gorra de Fidel, a quien le pidió que se la firmara porque nadie le iba a creer que fuera de él. Si bien tenía ascendencia sobre sus compañeros y era el frontman que negociaba con los dirigentes, una vez Corrado Ferlaino, presidente de Nápoli, cansado de discutir por los premios le dijo: “Y usted, quién se cree, ¿el Che Guevara?”, a lo que Diego respondió: “Y, más o menos”. Su primer tatuaje fue el de Ernesto Guevara De la Serna, curiosamente en su brazo derecho. Luego vinieron el de Fidel, los nombres de  sus hijas, su nieto y su madre.

Una vez Corrado Ferlaino, presidente de Nápoli, cansado de discutir por los premios le dijo: “Y usted, quién se cree, ¿el Che Guevara?”. Diego respondió: “Y, más o menos”.

Todos los gobiernos, sea democráticos o de facto, quisieron tenerlo de su lado. El Proceso, por caso, lo mandó a hacer el servicio militar obligatorio, pero solo para las fotos. José María Muñoz lo cruzó por teléfono con Jorge Rafael Videla cuando salieron campeones del mundo en 1979. Tras el título en Japón, Maradona tenía que unirse al seleccionado mayor para dos amistosos, pero fue obligado a volver para sacarse una foto en Casa Rosada junto a otros cinco compañeros que debían hacer la colimba, como Juan Simón o Gabriel Escudero.  "Nos recibió el siempre nefasto Videla, que de botón nos hizo cortar el pelo a todos los que fuimos campeones del mundo. Nos recibió, nos dio una plaqueta…", recordó en 2013. La Dictadura, además, prohibió que fuera vendido al exterior hasta el Mundial de 1982 para que no pudiera dejar Argentinos primero y luego Boca. “Cuando Maradona llegó con el pelo corto a (la casa de) Lascano, Carlitos, el almacenero que paraba con la hinchada de Argentinos, no lo reconoció. La identidad de Diego también eran esos rulos”, lo recuerda Agustín Colombo en si texto.

Raúl Alfonsín admira la Copa del Mundo en 1986.

Todos los gobernantes tuvieron su foto en un acto o la Casa Rosada. Raúl Alfonsín tras México 86, Carlos Menem logró varias: un partido a dos semanas de asumir, el balcón tras el subcampeonato de 1990 o la campaña Sol sin drogas. Hasta Fernando De la Rúa lo recibió en su despacho y se quedó con una camiseta de Boca firmada.

Con una especie de turbante y en una situación que algunos podrían calificar como "turbia", junto a Carlos Menem.

El punto de mayor comunión se dio con el kirchnerismo, que lo tuvo incluso como una de las caras de la oposición a George Bush durante la Cumbre de las América de Mar del Plata en 2005. Diego viajó en el Tren del Alba y habló en el acto que encabezó Hugo Chávez en el estadio mundialista, donde sumó una frase más a su repertorio: “Los argentinos tenemos dignidad. Echemos a Bush”. El único que no tuvo vínculo fue Mauricio Macri, que incluso un mes y medio antes de su fallecimiento dijo en una nota periodística que tuvo que echarlo de Boca cuando llegó. Diego se pudo arrogar haber sido el primer antimacrista desde las épocas donde peleaba los premios para sus compañeros.

Escuchando a Néstor Kirchner en la Casa Rosada.

Pablo Llonto, Leo Torresi, Emiliano Gullo, Roberto Parrottino, Marcela Mora y Araujo, Agustin Colombo, Pablo Perantuono, Sergio Olguín, Gabriela Pepe, Ayelen Pujol y Mariano Verrina son los autores de este viaje político, social y cultural sobre más de 40 años de vida pública de Diego donde, con sus aciertos, errores y contradicciones, supo marcar posición y agenda sin escapar al debate.