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Columnistas

Un presidente humillado y una jefa que le pifia con la economía

Por Jairo Straccia

Parece que el reclamo popular era clarísimo. ¿Cómo no nos dimos cuenta de la exigencia masiva por la llegada de Juan Manzur al Gobierno? Todo el que votó contra el oficialismo estaba pidiendo su ingreso a la Jefatura de Gabinete en lugar de Santiago Cafiero, culpable de todos los males. El mensaje era inequívoco: fuera el hippie pañuelo verde, adentro del caudillo celeste que obliga a parir a las niñas.

Qué giles. Era obvio. ¿Cómo no percibimos el clamor por la llegada de Aníbal Fernández al Ministerio de Seguridad? Nada más imán de los indecisos que el dirigente ignífugo. Nada más atractivo para los sectores medios que se trató de incluir cuando la propia ex presidente lo puso a Alberto a encabezar la fórmula en 2019. No se demore un minuto más y venga.

Incluso, lo más increíble en unas primarias donde el Gobierno perdió hasta en el Quilmes de Mayra Mendoza, fue ese mensaje de las urnas que susurró “que se vaya el vocero presidencial”. Porque parece que fue muy fuerte el voto “anti-Biondi”.

Ah, perdón, Juan Pablo Biondi era, si no lo habías escuchado jamás, el hombre de más confianza del Presidente y que no duró ni un día después de que la vicepresidenta lo apuntara en una carta por hacerle supuestas operaciones en su contra.

Quedate con el que te banque como Alberto a sus amigos, ¿no?

Un nuevo Fernández

“Ahora el gabinete tiene más volumen político”, explican los que siempre coinciden con las decisiones de la jefa del armado oficialista, aunque nadie sepa bien qué significa eso. La apuesta de Cristina para revertir la derrota ahora o tal vez en 2023 incluye fundamentalmente influir en el rumbo económico, para lo que da la impresión de que no necesita por ahora echar al ministro de Economía, Martín Guzmán.

Le basta con vaciarlo de credibilidad. “Nunca pedí su renuncia”, explicó en su misiva donde sin embargo lo critica junto a un coro del oficialismo que lo cruza por ajustador pecho frío.

Vacío. El ministro Guzmán se mantiene en el cargo pero la vicepresidenta está decidida a intervenir su gestión.

El economista que “pasó del frasco de la Universidad de La Plata al frasco de yankeelandia”, como describió linealmente Vallejos, está cada vez más cerca de convertirse en un Carlos Fernández, uno que no se sabía para qué estaba cuando ocupó ese cargo. ¿Ah no tenías idea de que había habido un ministro de Economía con ese nombre en 2008 y 2009 cuando gobernaba Cristina? Eso.

De otra manera no se entiende cómo si el corazón de la crítica ha sido la política económica del Gobierno, son justamente los integrantes del equipo económico los únicos que se mantienen en su sillón. Tal vez porque desde que quiso subir las tarifas y no pudo o desde que trató de echar a un tercera línea y tampoco lo logró ya no es tan importante si está Guzmán o no. Triste, pero muy posible.

¿Para qué se queda, entonces? Pregunta válida que ayer circulaba entre algunos de sus colegas que lo respetan, junto a otra parecida: ¿por qué no lo echan? Una opción es que van a esperar que cierre el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional antes de correrlo. Otra, para tener otro fusible después del 14 de noviembre, si la cosa es peor aún.

Lo mismo puede pensarse de Matías Kulfas, el ministro de Desarrollo Productivo, cuya salida pidió por radio hasta Sergio Palazzo, titular del gremio bancario, que tuvo más delicadeza que el dirigente social Juan Grabois, que directamente hostigó al funcionario por Telegram para que deje su puesto.

Borgen al límite

Más allá de todo hay un país, maltrecho por la crisis tremenda de la gestión de Cambiemos, recontra golpeado por la pandemia profundizada por los errores del Gobierno y ahora sujeto a la desesperación de una coalición que ve cómo se le escurre el poder entre los dedos y juega a Borgen y Succession a la vez con inflación del 50% y narcos que en Rosario amenazan con matar a medio Poder Judicial.

Con todo, al término de una semana desquiciante, ¿podía haber algo peor que una guerra total y abierta entre un Presidente y su vice, que encima es la que lo había designado para tal cargo, en otro aporte argentino a las rarezas de la política mundial?

Sí.

Agregar a todo esto la novedad de tener que enfrentar dos años de gobierno con un presidente humillado una y otra vez en público y combinarlo con una jefa política obsesionada con acelerar a fondo una economía a la que el motor no le da.

Apuesta. Para CFK todo hubiera sido distinto si se gastaba más. Tal vez la economía no aguanta acelerar más.

Porque Alberto Fernández dijo que no quería cambios de gabinete hasta después de las elecciones generales y tildó de “estudiantina” a los ministros que lo desafiaron en público poniéndole la renuncia a disposición. No quería ceder a su jefe de Gabinete ni menos a su vocero. “Por las malas no me van a obligar”, llegó a decir.

La casualidad quiso que en simultáneo se conocieran audios filtrados de una diputada oficialista alter ego de Cristina que le dice “enfermo”, “ocupa” y “mequetrefe”, en una línea argumental idéntica a su carta que se difundiría más tarde. Nunca se había visto un maltrato igual a un primer mandatario por parte de los propios.

Pero al final, cambió el gabinete antes de lo que quería. Entregó a sus funcionarios más cercanos. Y los que lo apuraron siguen en su cargo. Sumale que venía de mentir en público sobre festejos en plena cuarentena que dijo que no había hecho y que tuvo que asumir después de que hubo fotos y videos que lo dejaron en off side.

Peligro, economía

En paralelo, pareciera que para Cristina todo hubiera sido distinto si se gastaba más y chau. Es lo que vamos a ver en las próximas semanas. Pero ojo. No hay dólares en el Banco Central para bancar un aumento de las importaciones que surja de un mayor consumo. Además los dólares paralelos están cerca de los récord y apenas el costo de vida bajó algo del 3% con la pobreza arriba del 40%.

Además, parece que a la vicepresidenta le pasan mal los datos. Dice que en su gobierno tenía menos reservas que ahora. Hoy las reservas utilizables son U$S 8000 millones. En 2009, su perspectiva de otra remontada tras derrota, había U$S 38.000 millones. Guarda.

El drama para esta versión del kirchnerismo es que la época de los botones mágicos para prender la actividad ya pasó, por más que creas que ese fue el mayor pedido de las urnas, algo que puede ser posible o que puede ser parcialmente posible pero que nadie puede confirmar jamás.

Porque tal vez pesó por ejemplo el cierre de las escuelas o las jodas en Olivos o un presidente cascoteado todo el tiempo por el fuego amigo que para hablarle a todes un día dice una cosa y al otro lo contrario. ¿O mirá si entonces te estaban pidiendo que la vice le diera más aire al liderazgo tiende-puentes y menos grieta que supo mostrar alguna vez Alberto, por más que haya llegado con el impulso de quien lo puso ahí? Sería terrible, porque la reacción es todo lo contrario.

Mejor echarle la culpa a Guzmán y a la falta de aníbales en el gabinete.

Porque puede ser entonces que por querer dar una respuesta atolondrada a un diagnóstico incompleto termines con el dólar por las nubes y te salga el tiro por la culata, que es lo que advierte en su último reporte con otras palabras la consultora de Emmanuel Alvarez Agis, ex colaborador de Axel Kicillof, no un ladero de Javier Milei.

Sería la forma menos pensada de estar haciéndole la campaña a la oposición.

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