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Columnistas

La cacería de película del "presidente Gonzalo" Abimael Guzmán, el cerebro de Sendero Luminoso

Por Leticia Martínez

Con un traje a rayas blanco y negro de prisionero, como los de los dibujos animados, y dentro de una jaula. Esa fue la primera imagen que se vio del líder de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, tras su captura en 1992. Con esa presentación en público se buscaba humillar al hombre más temido y más buscado de los ‘80 en Perú, que había logrado ocultarse durante años ¿Quién es el “presidente Gonzalo” y cómo fue su captura?

Sendero oscuro

Guzmán es un profesor universitario y fue uno de los fundadores de Sendero Luminoso a comienzos de 1980. Una fracción que había surgido del Partido Comunista y que buscaba llevar adelante una revolución, con la mirada puesta en el campesino. Los miembros senderistas se declaraban seguidores del escritor peruano José Carlos Mariátegui y de Mao Tse Tung, quien proclamó la República Popular China en 1949 y llevó adelante la Revolución Cultural, por la cual se lo acusa de la ejecución de miles de chinos y chinas.

"Terruca pituca" bautizaron los medios peruanos a la bailarina que escondió a Guzmán.

Rápidamente, Sendero Luminoso se convirtió para muchos y muchas peruanas en sinónimo de terrorismo. Asesinatos a sangre fría, coches bombas o la particularidad de emitir mensajes con perros que mataban y colgaban de los postes de luz con carteles como “Deng Xiao Ping hijo de perra”, en alusión al líder chino considerado el padre de la apertura económica del país comunista.

Asesinatos a sangre fría, coches bombas y mensajes con perros que mataban y colgaban de los postes de luz con carteles como “Deng Xiao Ping hijo de perra”.

Según la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) entre 1980 y 2000, casi 70 mil personas murieron o fueron desaparecidas. De ese total, la CVR estima que el 46% (32.200) fueron crímenes de Sendero, el 30% de las Fuerzas del Estado y el 24%, de otros actores paramilitares o guerrilla. El propio Alberto Fujmori, ahora en prisión y acusado de violaciones de derechos humanos, contó que el accionar de los militares era entrar a un pueblo y matar a 10 personas: si de ese total, 2 eran “terroristas se daban por satisfechos”.

La búsqueda

“Guzmán era el enemigo público número uno, era la persona más buscada por todos los servicios de inteligencia, de la Marina, del Ejército, de la Fuerza Aérea y Policía Nacional. No se sabía nada de él, no se sabía si estaba vivo, si vivía en la montaña o en el extranjero”, explicó a Diario con Vos Marco Antonio Castro Renwick,  mayor de la Policía Nacional del Perú en situación de retiro y uno de los efectivos que formó parte de la captura del líder senderista.

Fujimori contó que el accionar de los militares era entrar a un pueblo y matar a 10 personas: si de ese total, 2 eran “terroristas, se daban por satisfechos”.

Castro era uno de los 8 efectivos que formaron el Grupo Especial de Inteligencia del Perú en 1990. El policía cuenta que el grupo empezó con poco personal y en un edificio a medio construir. La particularidad de este grupo de tareas era que hacían tanto la investigación como la inteligencia y de esa forma, evitaban que se fugara información. A medida que la estrategia empezó a dar resultados con la captura de figuras relevantes de Sendero, se incrementó el personal y las herramientas y decidieron ir por la captura del pez gordo: Abimael Guzmán.

La captura

Una primera pista fue cuando allanaron una casa, donde habían dejado olvidado un VHS en el que se podía ver a Guzmán bailando la canción Zorba el Griego: esa fue la pauta de que permanecía vivo y en el país. La segunda, más importante, fue cuando los senderistas alquilaron una casa para celebrar un Congreso. Los miembros del GEIN se enteraron del evento una vez finalizado y acudieron a hablar con el dueño y trabajadores para obtener información.

No se sabía nada de él: si estaba vivo, si vivía en la montaña o en el extranjero”. (Marco Antonio Castro Renwick, policía que formó parte de la captura del líder senderista)

Fue el vigilante de la zona quien se comunicó con los investigadores para contarles que había visto en la panadería a uno de los hombres que había participado en el Congreso y agregó que lo llamaban ingeniero. Efectivamente, el hombre iba todas las mañanas a la misma panadería y lo siguieron hasta obtener la ubicación de su casa: Los Sauces 349 en el distrito de Surquillo-Lima.

Si bien había varios domicilios que observaban, esta casa de los Sauces donde “el ingeniero” vivía con su compañera, una profesora de danza, fue la que más empezó a llamar la atención. Hicieron vigilancia de día y de noche, pincharon las cabinas de teléfono de las que hablaban, simularon parejas y vendedores de mermeladas que se acercaban a la puerta de la casa para obtener información, entre otras metodologías que parecían más de ficciones de espías que de la vida real.

Empezamos a recoger la basura que sacaban. Podíamos ver que había dos tipos de comida, una era en base a dietas con pollos deshuesados, carnes finas de res, licores finos, los cigarrillos de la marca que fumaba Guzmán y los que fumaba su pareja, Elena Iparraguirre. Nos dimos cuenta de que la comida no era para dos personas, por lo menos había cinco”, explicó Castro sobre el trabajo minucioso que hicieron sobre los residuos, que le daban la pauta de que estaban cada vez más cerca de atrapar al senderista.

El 12 de septiembre de 1992, el grupo GEIN decidió avanzar en lo que habían denominado Operación Victoria e ingresaron a la casa de Los Sauces. Al hacerlo, encontraron en el primer piso a la pareja que vivía, pero al subir las escaleras visibilizaron una rendija que los llevó a una puerta. La tiraron abajo y ahí estaba él, Abimael Guzmán, el hombre más buscado de Perú. Estaba sentado en un sillón ejecutivo, con una manta en las rodillas, rodeado por tres mujeres. “Basta de violencia”, atinó a decir Guzmán, según recuerda Castro. Algo paradójico, ya que era buscado porque se lo acusaba de miles de asesinatos.

Una cárcel a medida

La cárcel del Callao, de máxima seguridad, donde fue traslado Guzmán, fue construida especialmente para él. Según cuenta Santiago Roncagliolo en su libro La Cuarta Espada, si el líder senderista quisiera escapar, tendría que pasar las paredes resistentes a explosivos, siete puertas metálicas, un muro de 8 metros de alto, una parte del perímetro exterior minado y al menos 200 metros de pantano hasta llegar al mar. Una travesía que parece imposible para un hombre que tiene 86 años y está condenado a cadena perpetua.

Abimael Guzmán.

Tras las imágenes con la vestimenta carcelera a rayas –que no se utiliza en Perú– y mostrarlo enjaulado en una imagen que recorrió el mundo, Guzmán fue condenado por una corte militar en unos pocos días. Al leer la sentencia, los jueces lo hicieron encapuchados para evitar cualquier represalia. Más tarde se reiniciaría otro juicio. Lo cierto es que desde ese momento el presidente Gonzalo, como lo llamaban sus seguidores, sigue detenido.

Desde la oposición fujimorista que asegura hasta hoy haber terminado con el terrorismo al detener al líder senderista señalan a los miembros del Gabinete del presidente, Pedro Castillo, como “terrucos” o con vínculos con Sendero. En menos de un mes de gobierno ya renunció el canciller, Héctor Béjar, por unos dichos en esa línea, y el ministro de Trabajo, Iber Mariví, puso a disposición su renuncia por una situación similar. A casi 30 años de su detención, la figura de Guzmán sigue presente en la historia y en la actualidad peruana.

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