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Columnistas

No importa de qué color sea el carpincho del peso

00Por Jairo Straccia

- Chau rulo.

- ¿Qué pasó?

- El BCRA les cortó el CCL a las Alyc.

El nivel de alienación económica en el que vivimos en la Argentina hace que tanto un funcionario del gobierno, un ejecutivo de una empresa o tal vez hasta un pequeño ahorrista ocupe parte de su vida finita incorporando este dialecto horrendo de supervivencia financiera con siglas como “cé-cé-ele” y metáforas de peluquería aplicadas a distintos trucos para escapar a las regulaciones cambiarias.

Hay toda una lengua que fluye con la naturalidad propia del que se quemó con varias crisis y devaluaciones en el pasado y sabe que en un país con una moneda en licuación permanente hay que estar dispuesto a perder el tiempo con el conocimiento a fondo de la rosca de mercado pero no para ver si compra la acción de una empresa que lo haga socio de un descubrimiento que la pegue, sino para ir detrás de una divisa extranjera como escape a la pérdida del poder adquisitivo.

Lo sabe tanto el que la hace en grande y se enriquece aprovechando los recovecos de una economía bimonetaria como también el que apuesta con el último margen de ingresos escuálidos para tratar de sacar la cabeza a flote o simplemente intentar que no lo arrastre la marea del empobrecimiento.

Las ranuras de los chinos

El diálogo que arranca esta nota es de esta semana y refleja la última batalla en la que se embarcó el Banco Central (BCRA) para intentar achicar al máximo posible las operaciones de compra con pesos de bonos que luego son vendidos en el exterior a cambio de divisas, en la mecánica que se conoce como contado con liquidación, CCL en su siglas, y que -extranjero, no lo entenderías- es una de las tantas cotizaciones del tipo de cambio  que se informan todos los días en los medios y que vamos metiendo en el bocho. Puede estar en unos $179.

Está todo ahí, en esas ranuras que por ejemplo los chinos que escuchaban al argentino Brian González explicar nuestras peripecias inflacionarias en el video que se viralizó esta semana tienen ocupadas con las tasas del crédito hipotecario que podrían tomar para comprarse una casa en Beijing.

Brian González les explicó la inflación argentina a chinos que piensan en sacar créditos hipotecarios.

No te das cuenta, pero también tenés metido ahí todo esto que sigue.

Sabés que hay un tipo de cambio oficial de $102 que lo pueden adquirir sólo los importadores.

Los ahorristas que tienen acceso a US$200 por mes desde que el gobierno anterior introdujo ese cupo tienen claro que ronda unos $169 al sumarle los impuestos que le agregó esta administración.

Te acordás que si tenés otros gastos en moneda extranjera con la tarjeta de crédito se descuentan de lo que está habilitado comprar.

Ah, y todo siempre y cuando no hayas recibido alguna ayuda estatal en la pandemia, así haya sido en abril de 2020, porque estás out para comprar dólares hasta el fin de los tiempos. Le pasa a unos 4 millones de personas, aproximadamente. 

Obvio que además sabés que el billete en las cuevas ronda los $183. Tal vez incluso pensás que eso es “el” precio del dólar, y hasta conocés los matices que hay si el billete es de “cabeza grande” o “cabeza chica”. En fin.

Juira pesos

Toda esta info que te tira el coco en realidad es una sola: no hay moneda, nadie quiere los pesos más que para pasarlos de mano. 

Y para nada es un temita de los panza llena que están ofuscados porque se les complicó timbear sus pesos a través de las apps copadas de las sociedades de bolsa de ayer que hace tiempo se llaman Agentes de Liquidación y Compensación, esas Alyc del jeringoso del inicio.

Es cierto que el ruido en los medios mainstream viene más del lado del incordio que pueden tener para acceder a dólares los que tienen ingresos más altos y les sobra algo que de ninguna manera quieren mantener en pesos ya sea que tengan la cara de nuestros mejores próceres o de los carpinchos rebeldes de Nordelta. 

Pero se trata de una realidad que se manifiesta al mismo tiempo en ese cosquilleo del peso que siente el que cobra un sueldo en negro o recibe un plan social y sabe que tiene que cambiarlo cuanto antes por bienes básicos. Sabe que los precios se disparan. Y la semana que viene puede llevar menos leche, comprar menos arroz.

Otra forma de verlo: pocas veces la desconfianza en la moneda nacional tuvo una manifestación tan popular como el éxodo de jugadores de fútbol a equipos o ligas mediocres, como si apenas abrirles una cuenta sueldo en dólares o en euros en el exterior bastara para que emigren. Encima el contraste con Brasil, acá nomás, es bestial. Te pueden contar “qué loco, los brasileños compran las casas en reales y nosotros sólo en dólares”, y no le das bola. Pero si Atlético Mineiro se lleva a Nacho Fernández, es más claro. Tienen moneda.

No tener moneda, el problema de fondo detrás de la carrera loca por la dolarización permanente.

Tetris de malarias

La inflación acumulada del 58% cuando se trata de la canasta básica y el tic tac permanente de una expectativa de devaluación aún luego de que el dólar pasara de $20 a casi $ 200 en tres años son los fenómenos que nos ponen en ese clima de cornisa social en el que estamos caminando en este 2021 donde asoma el pos coronavirus.

Este tetris de malarias se combina con restricciones económicas que le ponen techo a la recuperación económica respecto del 2020 y abren interrogantes de hacia dónde podemos ir a partir de 2022. Los números del rebote de los indicadores de actividad económica e industria en dos dígitos respecto del año pasado reflejan que nos estamos subiendo a la lona, pero son falopa si los tomamos como que abren una etapa de “tasas chinas” de expansión como en los años de Néstor Kirchner.

Con salarios que medidos en dólares son la mitad de lo que eran en 2018. Sin crédito accesible para el que quiera poner una fábrica. Con pocas divisas para aguantar un boom importador en caso de que la inversión o el consumo se dispararan. Y también sin dólares para que una multi gire los dólares, el desafío asoma gigante aún con la soja casi 100% más cara que al arranque del gobierno.

Y ojo, el cuadro puede parecer un problema para el gobierno en el corto plazo, pero para nada es sólo eso.

Me importan un pito los análisis de cómo esto juega en la elección o cuánto compensa o potencia los mocos que surgen de la vida descontrolada del Presidente durante la cuarentena o si le permiten a Mauricio Macri reaparecer con cuadros sobre la deuda que tomó el Frente de Todos haciéndole “espejito” a los de Cristina Kirchner sobre lo que se había endeudado él.

Está claro: a lo que la pueda pegar o pifiar esa gelatina que es el Gobierno a la hora de tratar de enderezar la cosa, se le suma la imagen del espejo retrovisor. El intento megafallido de Cambiemos que con otro recetario también jugó a parar el huevo del desarrollo argentino, la recontra chocó y cuando les preguntás si aprendieron de los errores hablan como cuando se te entrecorta el Zoom. Igual que cuando a los kirchneristas les preguntás si aprendieron de los mambos previos al 2015 y te hablan de que no comunicaban bien los logros. Y así.

Cuando a González, aquél argenchino del video viral, le preguntaron esta semana qué había hecho China para encontrarle la vuelta al crecimiento económico capitalista en un país comunista, recordó al líder de la transformación del gigante asiático, Den Xiaoping, cuando dijo: “No importa que el gato sea blanco o negro; mientras pueda cazar ratones, es un buen gato”. 

No importa de qué color sea el carpincho del peso, lo importante es conseguir un acuerdo para que algún día la gente se los quiera quedar un rato largo.

Un ratón.

Terminamos bien arriba.

Está pasando