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Columnistas

Un crocante día de justicia

Por Diego Rojas

Una iglesia tomada convertida en un parripollo popular. El hecho ocurrió en la localidad cordobesa de Estación Juárez Celman luego de que, tras tres años de ocupación, 230 habitantes fueran trasladados a distintos sitios para que pudieran tener un lugar donde vivir. Sin embargo, ocho familias decidieron quedarse, cerraron el patio con un candado e instalaron, entonces, un parripollo. Lo que se dice, todos unos emprendedores.

Es probable que desde la curia se emitan quejas por lo que la cúpula sacerdotal podría pensar que se trata de una indebida expropiación. Ya los curas de la localidad cordobesa emitieron sus quejas. Si su dirección siguiera sus pasos, quizás serviría recordarles la frase latina que usara Horacio que dice: “De te fabula narratur”. Que quiere decir: “A ti se refiere la historia”.

Ocho familias cerraron una iglesia en Estación Juárez Celman, Córdoba, e instalaron un parripollo.

El presupuesto 2021 estima en 155 millones de pesos los fondos que otorga el Estado para sostener a la Iglesia católica. En el informe de 2018 al Congreso el entonces jefe de gabinete Marcos Peña señalaba que el Estado le pagaba los sueldos a los obispos por un monto de alrededor de mil dólares mensuales. La Iglesia no paga el Impuesto a las Ganancias y además está exonerada de pagar el IVA, que paga hasta la mujer o el hombre más pobre del país al comprar un litro de leche.

Si se le hace un juicio a un cura y se lo gana, no se podría demandar que pague una indemnización sobre la base del remate de una parroquia.

A la vez, los bienes muebles e inmuebles de la Iglesia son “ina­lienables, inembargables e imprescriptibles”. Es decir, si se le hace un juicio a un cura y se lo gana, no se podría demandar que pague, digamos, una indemnización sobre la base del remate de una parroquia. Según un estudio de Diego Mariano Mage sobre el Código Civil y Comercial de la Nación, publicado en 2020 por el Colegio de Escribanos de Buenos Aires, esos bienes son los que corresponden a la Iglesia Ca­tólica Universal, “representada por el Romano Pontífice, con asiento territorial en la Ciudad del Vaticano; las diversas iglesias particulares que conforman la primera; sus diversas divisiones territoriales, como las parroquias y cuasiparroquias; los seminarios; la Conferencia Episcopal Argentina; la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei; y, por último, los institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica, es decir, las antiguas órdenes y congregaciones religiosas, sus provincias, sus casas religiosas y los monasterios”. A esto hay que sumarle que las escuelas de enseñanza religiosa son subsidiadas, con poquísimas excepciones, por los fondos del ministerio de Educación. Como dicen en las misas de ese culto a sus deidades, “totus tuus”. 

Parte de las riquezas del Vaticano.

Se suele hablar de “el oro del Vaticano” como si fuera una metáfora, pero no lo es. Negocios inmobiliarios, inversiones en la industria armamentística, operaciones non sanctas (nunca mejor usado el término) mediante el Banco Ambrosiano, banca oficial vaticana inmersa hasta el cuello en las operaciones de la mafia -con acusaciones de asesinato incluidas- le dan ese savoir faire que tienen las cúpulas eclesiales a la hora de hacer negocios como cualquier vecino del barrio de los capitalistas.

En 2017 le donaron un Lamborghini al Papa, que el Vaticano vendió en 715.000 euros.

Es por eso que las distintas sedes internacionales pagan los juicios que les hacen las víctimas de abuso sexual ya que, se sabe, la Iglesia católica es un reducto de violadores, además. Desde el padre Grassi (a quien el papa Bergoglio defendió con uñas y dientes durante el juicio por el que fue condenado por abusar de menores en la fundación Felices los Niños) a los perversos violadores de niños sordos en el Instituto Próvolo y los más de 63 casos denunciados en los últimos 20 años según un informe de Nicolás Cassese y Fernando Massa para el diario La Nación. Indemnizaciones millonarias que son tan sólo una pizca de los fondos de esta religión que reconoce a un líder que habita un pequeño reducto en Roma en cuyos palacios, iglesias y cúpulas existen bienes que, de por sí, podrían pagar varias veces nuestra deuda externa.

Bien, entonces, un parripollo en un templo católico. Se debería felicitar a los emprendedores gastronómicos por ser de los pocos que han podido sacarle alguna parte de sus bienes a la Iglesia.

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