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Columnistas

Penes de madera para aprender y disfrutar

pene de madera

Por Feminacida

El Ministerio de Salud de la Nación llamó a licitación para comprar 10 mil penes de madera, dispensers de preservativos y maletines con el fin de capacitar en prevención de infecciones de transmisión sexual (ITS) en espacios sanitarios y educativos. Enseguida se generó un debate en redes sociales protagonizado por quienes cuestionaban la decisión y la cifra destinada -$13.371.100- y quienes defendieron la iniciativa.

¿Por qué se objeta esta inversión del Estado en materia de salud sexual? ¿Qué implica la implementación efectiva de la Educación Sexual Integral (ESI) en los tiempos que corren para que no sea la letra muerta de una ley?

Asistimos a un cambio de época innegable, protagonizado por adolescencias y juventudes que encarnan el espíritu de la ESI en los distintos espacios que habitan. La Ley 26.150 sancionada en 2006 establece que todxs lxs estudiantes, desde el nivel inicial hasta el superior de formación docente, tienen derecho a recibir educación sexual integral en establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada de jurisdicción nacional, provincial y local.

¿Por qué se objeta esta inversión del Estado en materia de salud sexual? ¿Qué implica la implementación efectiva de la Educación Sexual Integral (ESI) en los tiempos que corren?

Pero ese hito legislativo que cambió las aulas y pasillos de las escuelas significa mucho más. Desde el punto de vista estatal, requiere de una sinergia entre distintos actores para garantizar ese derecho: formación a docentes y mediadores comunitarios del sistema de salud, elaboración de recursos didácticos, articulación con las organizaciones sociales y territoriales. Es por eso que hoy se habla de la ESI en ámbitos que trascienden las instituciones escolares y eso la hace incluso más potente.

Lo que habilitó esta consigna que defendemos desde los feminismos fue un nuevo paradigma que entiende a la sexualidad en un sentido amplio y multidimensional. Esto quiere decir que abarca aspectos biológicos, psicológicos, éticos, jurídicos y pedagógicos.

Mientras que para muchxs de quienes somos hoy adulxts, la ESI se reducía a una charla de Johnson & Johnson sobre toallitas y tampones, hoy se la entiende como un proyecto pedagógico transversal a todos los aspectos de la vida social.

Lo que habilitó esta consigna que defendemos desde los feminismos fue un nuevo paradigma que entiende a la sexualidad en un sentido amplio y multidimensional.

En este escenario, pibes y pibas tienen la posibilidad de aprender muchas cosas más que lo que se solía “enseñar” en otros momentos: estereotipos y violencia de género, diversidad sexual, vínculos más sanos
a la hora de relacionarse, y, ¿por qué no? el uso correcto del preservativo practicando con penes de madera que puedan servir de prototipo, en lugar de desodorantes o pepinos. Para todxs, lo mismo.

La prevención de infecciones de transmisión sexual y del embarazo son algunos de los múltiples contenidos que abarca la ESI en el marco de uno de sus ejes pedagógicos: el cuidado del cuerpo y la salud. La intención de la Secretaría de Acceso a la Salud de la Nación es que los kits se distribuyan entre 7500 efectores de salud y 2500 organizaciones de la sociedad civil.

Se fundamenta en un diagnóstico concreto: el aumento de los diagnósticos de ITS y el descenso en el uso del preservativo durante la pandemia.

Según datos del Boletín sobre VIH e infecciones de transmisión sexual (ITS) del Ministerio de Salud de la Nación difundidos a fines del año pasado, 136 mil personas tienen VIH en la Argentina, aunque un 17 por ciento de ellas lo desconoce. En el 98 por ciento de los casos se debe a la falta de uso del preservativo. De hecho, la última investigación realizada por AIDS Healthcare Foundation (AHF) Argentina advierte que solo 2 de cada 10 personas utiliza este método de protección siempre. El 65 por ciento de lxs encuestadxs dijo utilizarlo “a veces” y una quinta parte reconoció que no lo usa nunca.

Según datos del Boletín sobre VIH e infecciones de transmisión sexual (ITS), 136 mil personas tienen VIH en la Argentina, aunque un 17 por ciento de ellas lo desconoce. En el 98 por ciento de los casos se debe a la falta de uso del preservativo.

Dentro de ese cuadro, el objetivo de la cartera sanitaria es lograr una formación en cuidados que tenga un impacto nacional: “La cantidad a comprar tiene relación con la posibilidad de llevar la política preventiva a la mayor cantidad de lugares posibles colocando estos recursos cerca de las personas”, afirmaron.

Los penes de madera son recursos que sirven para fines específicos y con ellos solo no alcanza. Se trata de la punta de un ovillo mucho más extenso del que hay que seguir tirando para que la ESI florezca en todos los rincones del país, atendiendo a la diversidad de formas de vivir la sexualidad. Incluso desde el lente del cuidado y el cuerpo y la salud hay mucho más por explorar: el consentimiento en el sexo, los preservativos para vulvas, los
métodos de cuidado y de protección en vínculos no heteronormativos, y cientos de etécetera. Cualquier kit educativo en materia de salud sexual será superador si suma otros insumos que puedan atender a esas cuestiones.

Tal vez lo más interesante de este asunto viral sea la pregunta por lo que se enseña (o no) hoy sobre salud sexual, cómo y con qué elementos. Es un interrogante muy rico desde puntos de vista pedagógicos y didácticos. Pero pareciera que el cuestionamiento a la adquisición del ministerio que preside Carla Vizzotti se mueve en otros terrenos. En este sentido, no llama la atención que la mayor parte de las reacciones provengan de figuras conservadoras o de la oposición al oficialismo. Cuando la marea baje, quienes seguirán reflexionando sobre estos temas serán los mismos actores de siempre: lxs trabajadorxs de la salud comunitaria, lxs docentes y activistas feministas desde el territorio, en esta construcción constante de una ESI que nos permita vivir una sexualidad placentera, libre de violencia y con cuidados.

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