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Política

José Luis Espert: "En la intimidad soy profundamente emocional"

José Luis Espert

Por Juan Tenembaum

José Luis Espert participa de la discusión pública hace casi 30 años. Ya en los 90' discutía con el ministro de Economía Domingo Cavallo a través de sus artículos, pero recién alcanzó el reconocimiento nacional hace unos años. Forma parte del movimiento liberal -o libertario. De larga data en la Argentina, teniendo en su haber a partidos como la UCeDé, esta ideología esta viviendo un revival de la mano de Espert y otros dirigentes, como Javier Milei. Espert fue candidato a presidente en el 2019, es doctor en economía y dice que la escritura de su tesis es de las cosas que mayor satisfacción intelectual le trajeron en la vida.

¿Estuviste siguiendo las elecciones en Perú? ¿Qué opinás del resultado?

–Las estuve siguiendo muy por arriba. Creo que las derrotas hay que asumirlas. Se la ve un poco sacada a Fujimori con su derrota. Pero bueno, volvió el populismo a Perú. Probablemente América Latina sea un continente fallido. Las ideas capitalistas, de mercado, o no entran o duran un tiempo y después se vuelve a un deseo medio perverso de empobrecernos. A esta altura, no me importan las ideologías, sino los resultados de lo que se hace. Y el populismo, cuyo tronco es la sustitución de importaciones, el estado presente y unas leyes laborales del siglo XXI, no funciona. Pero bueno, hay que respetar a las mayorías, y las mayorías en Perú han decidido volver a un lugar del que, al final, se van a arrepentir.

¿Por qué pensás que les pasa eso a las ideas de mercado? Que no entran o duran poco.

–Capáz sea exagerado decir eso. En Chile, las ideas de mercado arrancaron a principios de los 80, y recién empezó a virar la cuestión 40 años después. Pero evidentemente América Latina tiene falencias de entendimiento de lo que es el progreso, el mérito, de cómo se genera riqueza. Hay un problema que es casi endémico, y la Argentina es un caso paradigmático.

Hace 100 años venimos con un rumbo inadecuado, y los últimos 50 fueron directamente una pesadilla. Todos los planes económicos fallaron, terminaron en crisis. Y sin embargo, no hay consenso sobre lo que hay que hacer, cuando en realidad está clarísimo. El día que Argentina adopte ideas razonables, y pasen 40 años de progreso como en Chile, si ahí decide dar vuelta atrás, bueno. Pero venimos caminando para atrás, como un cangrejo, por casi 100 años. Y no hay manera, o al menos ninguna fácil, de que esto se encamine. Hace ya 30 años que digo lo mismo. Estamos totalmente equivocados en lo que estamos haciendo, y si seguimos igual todo, siempre, va a terminar mal. Mi diagnóstico es que tenemos que hacer otra cosa. Hay una suerte de muro de Berlín que tenemos que derribar.

¿En qué consiste ese muro?

–Son tres cosas. Una, la idea de la sustitución de importaciones. Dos, un estado elefantiásico. Y tres, las leyes laborales de la época de las cavernas. Para derribar la primera tenemos que abrir la frontera, ir al libre comercio con todo el mundo, y proteger nuestra industria de maneras no cavernícolas, que las hay. La segunda pata para derribar el muro de Berlín es tener un estado que produzca ciudadanos y no esclavos impositivos. Acá, el que está en blanco es un esclavo impositivo, que trabaja siete de cada doce meses para pagar impuestos. Eso no es un ciudadano. La tercera pata, las leyes laborales y los sindicatos. Se supone que ambas cosas están para promover el trabajo digno, no precarizado, en blanco. Sin embargo, de la mano de nuestras leyes laborales y nuestros sindicatos, en la Argentina hay seis millones de trabajadores en negro, precarizados.

Después está el problema de los empresarios prebendarios, los únicos beneficiados de la idea de la sustitución de importaciones. Cuando veo cómo este gobierno dedicó 20 millones de dólares a salvar a un empresario como Enrique Pescarmona, se me eriza la piel. Pescarmona es el ejemplo del empresariado prebendario. Hizo negocios hasta con Venezuela, por eso quebró, y nos estamos perdiendo de comprar cinco millones de vacunas para salvarlo, un disparate.
Por último, los sindicalistas. Yo no puedo entender que haya sindicalistas que no quieran cambiar las leyes laborales cuando hay 6 millones de personas en negro, sin derechos sociales. Estas son las tres cosas que creo que hay que hacer para que la Argentina pueda tener 40 años de algo razonable, y después haga como Chile y pruebe otra cosa. Pero nosotros venimos probando la cicuta hace 50 años.

¿Qué opinás del cambio climático? ¿Es parte de la agenda de un potencial gobierno tuyo?

El cambio climático me preocupa, como me preocupan todas las cosas que pueden deteriorar la vida económica, y no económica, de la gente. Pero lo que me gustaría es tener una discusión científica sobre el tema. Por ejemplo, la minería. Todo el mundo tiene minería. ¿Por qué nosotros no podemos tenerla? ¿No será que el problema no es la minería, sino los malos controles? ¿Que el estado no logra evitar que la actividad minera envenene? La nuestra es una movida a favor de la gente, de la gente de esfuerzo, de los jóvenes. Todo lo que afecta la vida de las personas me preocupa. Pero hay que discutirlo desde la ciencia, no desde la ideología.

En algún momento, vos dijiste que querías verlo preso a Juan Grabois. ¿Seguís creyendo eso? ¿Por qué?

–Sí, sigo pensando lo mismo. No porque tenga nada personal contra Grabois, solo que yo estoy en defensa de las leyes. Y la ley madre, la Constitución nacional, consagra en su artículo 14 el derecho a circular. Grabois ha hecho del corte de calles y de rutas una cultura. Por otro lado, yo no creo que hay que sindicalizar a los beneficiarios de planes sociales, a los que están afuera del mercado. La obsesión de cualquier político debe ser que todas las personas que quieran trabajar tengan un trabajo digno. Los sindicatos tiene que ser para defender los derechos de los trabajadores, no de las personas que quedan afuera del mercado. La idea de un sindicalismo como el movimiento piquetero, de los que quedan afuera del mercado, y lucrar con eso, me parece un disparate. El objetivo debería ser que los planes sociales muten al trabajo digno, no que haya un movimiento sindical o cuasisindical de los que reciben planes sociales. Que todo esa gente tenga un trabajo digno y deje de depender del estado es el objetivo.

Hace poco tu compañero Milei dijo que María Eugenia Vidal era "vomitivamente colectivista". ¿Estás de acuerdo con esa definición?

Yo creo que Vidal es claramente parte del problema, mucho más que de la solución. Se está especulando políticamente con una megaPASO, que incluya a toda la oposición, en la Provincia de Buenos Aires. Yo voy a ser candidato a diputado en ese distrito, y Vidal parece que va a la Ciudad. En todo caso, yo creo que primero tenemos que derrotar a los que fracasaron entre el 2015 y el 2019, motivo por el cual volvió el kirchnerismo. Después hay que ganarle a Axel Kicillof, que es lo más rancio del populismo argentino, y al kirchnerismo.

Empezaste a publicar unos videos, que se llaman "Espert Intimo", por Youtube. Te mostrás distinto, mucho más sensible ahí...

–En la intimidad yo soy profundamente emocional. Te voy a contar por qué. Hasta los 17 años yo viví en Pergamino, y a esa edad me vine a Buenos Aires. Ese fue un acto de crueldad autoimpuesto tremendo, fue muy difícil pasar de Pergamino, donde vivían en ese momento 40.000 personas, al gigante que es la Capital. Antes de eso, yo viví en un hogar muy divertido y lleno de amor. Eso tiene que ver con los orígenes de mi papá. Él nació en 1993. Mi abuelo lo salvó de la Guerra Civil Española, y lo mandó a vivir con unos tíos que tenía mi papá en el medio del campo. Mi abuelo se volvió a España a pelear. Entonces, el origen nuestro es de mucho sufrimiento, porque mi papá estuvo diez años sin ver a su familia ahí. Terminó volcando todo ese amor que no pudo expresar en esa década en su esposa y sus hijos. A mí me define muchísimo más el amor, y ser recordado como una buena persona, que todo lo otro.

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