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Columnistas

Llámame por tu nombre

Por Diego Rojas

Si hubo unos padres del punk argentino -claro, sólo si la figura paterna fuera aceptada por la punkitud–, es claro que ellos fueron la banda “Los violadores de la ley”, más conocidos como Los Violadores, a secas, que cumplen 40 años de su debut en los escenarios under de aquella época en la que gobernaba la dictadura. El nombre del grupo era ya desafiante en el medio de una época represiva, con militares todavía desapareciendo gente y con cada recital subterráneo que se producía en el café Epstein o reductos similares que culminaban con la entrada a palos de la policía que se llevaba a descansar a los asistentes a las comisarías de por ahí. Cuarenta años después -en una época en la que conviven la dudosa “cancelación” con la corrección política-, su nombre ha causado confusión, como lo demuestran algunos hechos producidos esta semana.

Como tantas confusiones, todo empezó con un tuit. 

Como tantas confusiones, todo empezó con un tuit. Sara Stewart Brown, que fuera galerista y artista ella misma y que fuera esposa de Lanata, a quien le donara un riñón; escribió: “Hubo un grupo que se llamó Los Violadores, qué enfermos de ignorancia que estábamos. El WTF más grande de la historia”. En épocas de cancelación, el tuit provocó protestas airadas por ignorar no sólo el rol revulsivo del grupo punk bajo la dictadura, sino por omitir ese “... de la ley” que le daba nombre completo. 

Hubo quienes acordaron con Stewart Brown, Kiwi para los conocidos: “¡Llamarse así es una invitación a delinquir!”. “La re mil banco a @Kiwita, es un grupo de re contra mierda que tiene un solo 'éxito´' ponele porque la verdad 'Ultraviolento' es para nenes de preescolar”, “Hace meses vengo pensando sobre ese tema de Los Violadores (creo que desde que salió la horrible serie Rompan Todo) y no puedo creer que jamás se cuestionó el nombre”. Y así.

Sin embargo, la gran mayoría de quienes le contestaron a Stewart Brown lo hicieron tirándole con de todo, desde el diccionario a la historia de la banda, pasando por anécdotas, el suave “ignorante” y palabras más osadas.

Lo cierto es que el nombre debía ser contextualizado en la época de la existencia de Los Violadores, cuyos temas himno eran “Represión” -que denunciaba de manera grave y sin metáforas al clima dictatorial- y “Ultraviolento”, un tema basado en el libro La naranja mecánica, de Anthony Burguess.

Sin embargo, ¿podría llamarse hoy una banda “Los violadores”? ¿Es que sería considerado un llamado al delito sexual? La literalidad es un peligro en la época de la corrección política. 

La literalidad es un peligro en la época de la corrección política. 

Por ejemplo, los marxistas señalan como fin de la toma del poder la instauración de la “dictadura del proletariado”. Sin conocer el sentido político de la categoría, se podría equiparar a una fuerza de izquierda revolucionaria con un hiato de locos seguidores de Jorge Rafael Videla. Marx decía: “La violencia es la partera de la historia”. ¿Debería tacharse esa frase de sus obras? La literalidad muerde y debería recordarse que la palabra “espejo” no se rompe y que la palabra “caballo” no galopa.

La gran novela La naranja mecánica está escrita en una lengua inventada por su autor llamada Nadsat, cuyo conocimiento se va adquiriendo al correr de las páginas o al espiar el glosario de las páginas finales de la mayoría de las ediciones. En 1971, hace 50 años, se filmó la película dirigida por el genio de Stanley Kubrik. ¿Cómo no recordar a Alex de Large, interpretado por Malcom McDowell, haciendo de líder de una banda de unos drugos aficionados a atacar a personas sin techo en una Londres apocalíptica, infernal? ¿Cómo no recordar la escena de la irrupción en una casa en la que habitan un escritor en silla de ruedas y su esposa, a quienes torturan y en la que la mujer es violada mientras McDowell canta “Bailando bajo la lluvia”, marcando el ritmo con golpes y patadas? Una gran película. Nadie diría que incita hoy a la violación. ¿O sí?

(Una digresión: el episodio de la violación está basado en la realidad de la vida de Burguess, cuya esposa fue violada enfrente suyo y así perdieron al hijo que esperaban).

Leé otra opinión: Los Violadores se jugaron la vida

El hecho, uno de tantos y, como tantos, de importancia relativa, sirve para reflexionar sobre las prohibiciones sociales de ciertas palabras y hasta dónde llega entonces esa posibilidad -y, sobre todo, si es correcto. 

Una cosa más: el logo de la cocinera negra -bueno, afroamericana- de los paquetes de harinas Blancaflor fue eliminado y cambiada la estética de la marca. Sí, en nombre de la corrección política. “Nos calmemos, chicos”, podría decir alguien refiriéndose con chicos a toda la sociedad.

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