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Columnistas

Situación límite en ConurBorgen

Por Jairo Straccia

No tienen la difusión de los índices de inflación o desempleo o pobreza, pero cuando ves los informes sobre condiciones de vida y acceso a la tecnología que publicó el Indec en los últimos diez días entendés la complejidad extra que tiene para un país como la Argentina aplicar restricciones fuertes para tratar de parar el coronavirus, una medida que mientras no haya vacunación masiva se impone como la única forma de evitar, si aún es posible, las imágenes de muertos en los pasillos de hospitales colapsados.

Por un lado, el 53,6% de las personas no tenía, al cierre del año pasado, alguno de los tres servicios esenciales. Es decir, agua corriente, gas por red o cloaca. Hablame de cómo hacés para volver al #quedateencasa. Por el otro, el 45,6% de los chicos de entre 13 y 17 años no tenía en diciembre acceso a una computadora. Sin entrar en el debate de cuándo cerrar o abrir las escuelas, te la regalo para mantener el vínculo pedagógico en la llamada virtualidad.

Todo se vuelve más delicado porque el precio de la comida se dispara, un problema que ocurre en todo el mundo producto del salto en la cotización de las materias primas, pero que acá pega peor. Lo que puede ser un barrito en la cara de Brad Pitt para un país que tiene estabilidad de precios  e ingresos altos, en nuestro país, donde vamos para 15 años de inflación de dos dígitos y hay que ver si no para cuatro de licuación de salarios, que la carne y la fruta valgan el doble o casi desde que asumió este gobierno es como que me salga un grano a mí. Vuelve más fiera una situación ya grave. Potencia los problemas. Y cuesta disimularlos o revertirlos, como se ve en el cruel espejo de las encuestas del año electoral.

De ahí a intentar medidas hoy dialoguistas, como el acuerdo de cortes populares con frigoríficos, y mañana duras, como el cierre de las exportaciones, tratando de que un mercado simbólico como el del asado muestre un gobierno con alguna reacción inmediata para un dramón como el de la inflación que -ya aprendimos- se va a resolver recién cuando pasen dos o tres mandatos presidenciales y casi seguro de distintas fuerzas políticas.

Da la impresión que haber advertido estas dificultades llevó al oficialismo a potenciar al menos dos peleas. En paralelo al anuncio de estos en principio nueve días de cierre casi total, el presidente Alberto Fernandez encabezó la retórica Cadillac del “yo te avisé, y vos no me escuchaste”, con su mantra “tenía razón” que lo muestra más debilitado que otra cosa. En los medios afines a la Casa Rosada, además, se cultiva el relato “Axel capo” y “Pelado caca”, para culpar al jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodriguez Larreta de haber causado muertes por Covid tras poner en cuestión algunas medidas lanzadas hace un mes atrás, como si los indicadores sanitarios de Barracas fueran tan distintos de los de Avellaneda, apenas con el Riachuelo en el medio.

En los medios afines a la Casa Rosada, además, se cultiva el relato “Axel capo” y “Pelado caca”

Al mismo tiempo, y hacia adentro, con la cuasi fase 1 anunciada vuelven las miradas adustas sobre el ministro de Economía, Martín Guzman, luego de que esta misma semana exhibiera las planillas de recaudación y gasto de abril. Los ingresos crecen al 60% por la súper soja y los gastos apenas trepan al 14% (con más de 40% de inflación). Así, el primer cuatrimestre terminó con un déficit primario -es decir antes de pagar deuda- de 0,2%. Es decir casi equilibrio fiscal en momentos donde la segunda ola amenaza con cortar la recuperación, por más de que la Casa Rosada se esfuerce en marcar que son solo tres días hábiles de corte total de actividades. ¿Cómo no va a parecer que está cerca un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional? En Economía remarcan que están comparando contra meses de fuerte gasto Covid del año pasado. Igual, se les vuelan los pelos a los más heterodoxos del Frente de Todos al ver que por ahora apenas se amplió el programa Repro II y la Tarjeta Alimentar y nadie habla de un helicóptero tira IFE al menos por una vez.

Se trata de un ajuste fiscal que le haría agua la boca a Nicolas Dujovne, el ex ministro de Hacienda de Cambiemos que dicho sea de paso es otro de los exiliados en Uruguay, donde intentó pedir asilo esta semana el asesor PRO, Fabián “Pepin” Rodríguez Simón. Allí ya se había mudado con residencia fiscal y todo Gianfranco Macri, el hermano del ex presidente, y también está instalado el ex ministro de Transporte, Guillo Dietrich, cuya participación a la distancia en los Zoom de la oposición enerva a más de uno por su tono agitador que suena a “animémonos y vayan” mientras remoja las patas en el agua.

No es amor, son los sueldos bajos

Esta situación límite convive con algunos anuncios de inversión y nuevos empleos que, dado ese contexto, ameritan preguntas y alguna interpretación. El gigante del comercio electrónico Mercado Libre informó que tomará 2800 profesionales en el país sólo en 2021. Otro groso del software como Globant anunció que buscará también este año 2500 personas en 12 ciudades del país. Google ampliará oficinas y sale a contratar cerca de 300 personas. La filial local del banco JP Morgan tomó 450 personas el año pasado y saldrá a sumar otro tanto este año para su centro global de servicios asentado acá.

“¿Qué onda?”, le pregunté a uno de los encargados de decidir esas estrategias que incluyen la expansión de estas empresas en un país donde otras levantan campamento por el entorno de inflación y cepo y zigzag político y bla y en el que -aunque a veces suene inflado por los medios- hay profesionales que no ven otro destino que emigrar a probar afuera.

La respuesta genera mixed feelings: “Desde afuera, las empresas ven una oportunidad para anclar acá sus centros de servicios, porque se combina población con formación universitaria de distintas carreras que no consigue trabajo al dejar la facultad, en un contexto donde todavía la infraestructura energética y de telecomunicaciones es buena, sin conflictos religiosos ni tensiones raciales y sobre todo con un aliciente fundamental, que son los bajos salarios en dólares”.

Uf. Desde antes de la corrida cambiaria que arrancó en 2008, el sueldo medido al dólar oficial bajó 45%, recuerda el último reporte de la consultora EcoGo. Tomando los dólares paralelos bursátiles, estamos 65% abajo. Es el “quedemos como amigos” de la búsqueda de un modelo de crecimiento que se transforme en desarrollo por años para sacar gente de la pobreza posta, con educación y acceso a buenos puestos de trabajo que calcen con industrias competitivas que hundan guita y que paguen buenos salarios.

El economista y asesor ad honorem de Guzmán, Daniel Heymann, suele decir que durante mucho tiempo la Argentina deberá generar tanto puestos de trabajo calificados como de baja calificación, mientras intenta acordar entre todas las fuerzas políticas algún sendero común de estabilidad donde anclar una forma de generar riqueza que permita insertarse al mundo con algo más que bajos sueldos, y de yapa con el menor impacto ambiental posible y una mejor distribución de los ingresos.

Bueh.

Un delirio hablar de eso ahora.

O no tanto, pensando en el día después de todo esto y que en algún momento llegará y por cómo viene la mano nos va a dejar un punto de partida, diría la tapa de Clarín, “más complicado”. Que obligará a pensar en algo así como una agenda para ConurBorgen, el territorio imaginario donde se cruzan penurias del Conurbano con los desafíos más propios de la serie danesa Borgen, esa donde en términos de quilombos argentinos no pasa nada pero en la que se discuten las mil formas de encontrar consensos mientras hablan de los nuevos desafíos laborales, combaten el cambio climático o discuten el cobro de impuestos a los más ricos.

Está pasando