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Columnistas

Políticas públicas y género: ¿cómo achicar la brecha?

Trabajo mujer brecha laboral

Por Feminacida

A poco más de un año del comienzo de la emergencia sanitaria por la Covid 19, el INDEC publicó en las últimas semanas los informes de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) referidos al trabajo e ingresos correspondientes al cuarto trimestre del 2020. Los datos de esta encuesta, que sólo diferencian entre dos géneros, dan cuenta de la situación de desigualdad y vulnerabilidad en la que se encuentran las mujeres hoy en el país. Además, permiten visibilizar la brecha entre hombres y mujeres en el ámbito laboral. Desde un informe del Observatorio de Géneros y Políticas Públicas, aportaron una mirada feminista y plantearon la necesidad de “repartir la torta” a través de medidas laborales que demuestren una perspectiva de género. ¿Qué aportes hace la economía feminista al respecto? ¿Cómo dialogan estos datos con la necesidad de gestionar políticas públicas que atiendan las necesidades de las mujeres e incidan sobre su realidad?

¿Qué dicen los datos de la EPH?

Según los últimos datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), en el último trimestre del 2020 la tasa de empleo era de un 41,9 por ciento para las mujeres y de un 61,4 por ciento para los varones. Es decir, que la brecha de género en cuanto a la ocupación a finales del año pasado era de un 20 por ciento. La perspectiva de género aplicada a esta encuesta permite visibilizar las desigualdades entre hombres y mujeres -dado que no se registra la actividad de otras identidades- en el mundo laboral. Es importante no perder de vista que detrás de estos números y porcentajes hay mujeres y niñxs que se ven perjudicadxs por la realidad estructuralmente inequitativa que les atraviesa.

“Si no le aplicamos una perspectiva feminsta a la lectura de esos datos, se deja de ver una serie de fenómenos que se producen en el mercado del trabajo y en la realidad”, sostuvo Estafania Pozzo, periodista feminista especializada en temas económicos y financieros, en diálogo con Diario con vos. Por ejemplo, cuando se pone la lupa de género sobre la EPH se observa que el grupo más afectado por el desempleo son las mujeres cis jóvenes. Según el análisis del Observatorio de Género y Políticas Públicas, 1 de cada 4 mujeres menores de 29 años está desempleada.

Detrás de los datos hay historias. Vanina tiene 31 años y vive en Ituzaingó, partido ubicado al oeste del conurbano bonaerense. Es madre soltera de una niña de cinco años y comparte la crianza con otras mujeres de la familia y amigas. Entrevistada por este medio, advirtió sobre las dificultades que tiene que sortear a la hora de conseguir un trabajo estable. Una lectura rápida de su currículum revela trabajos registrados intermitentes que finalizaron por cese de contratos. Actualmente tiene un empleo no formal que tampoco tiene días ni horarios fijos y le pagan por hora trabajada. “Si tuviera que pagar a alguien que cuide a mi hija sería más difícil todavía”, aseguró.

En relación a cómo afectó la pandemia a las mujeres, tanto Estefania Pozzo como Candelaria Botto, economista y coordinadora de Economía Feminista, acuerdan que hubo una profundización de las problemáticas preexistentes. “Es interesante notar que si bien hay un montón de conquistas, sobre todo culturales y sociales, del 2015 para acá los indicadores económicos se mantuvieron preocupantemente estables”, sostuvo Botto en entrevista con Diario con vos. Según la EPH, en el decil de menores ingresos 7 de cada 10 personas son mujeres y la brecha de ingresos entre hombres y mujeres es de un 31 por ciento. La feminización de la pobreza y las brechas de género no son una novedad, sino un hecho precedente que sigue agravándose.

Persperctiva feminista para que los números incluyan a todxs

Entonces, ¿cuáles son los aportes que una perspectiva feminista puede hacer para disminuir esta situación estructural de desigualdad? Para Pozzo la diferencia tiene que ver con el foco en un sector económico históricamente negado, como son las tareas de cuidado y de reproducción social. “La perspectiva feminista aporta un entendimiento distinto del fenómeno y de la realidad, mientras que la economía feminista propone una mirada que las otras corrientes teóricas no tienen: el trabajo que se hace dentro de los hogares y no es considerado como tal para el sistema económico y es un elemento fundamental para su funcionamiento”, ratificó.

La integrante de Economía Feminista coincidió con esta visión y agregó: “Es fundamental incorporar la perspectiva de género en el sentido que da una imagen más acabada de la realidad porque se amplía el objeto de estudio a lo que sucede dentro de los hogares y a todos estos trabajos que son necesarios para el funcionamiento económico”. Es imprescindible tener en cuenta cuáles son los sujetos a los que llega el Estado para hacer políticas públicas acordes a sus necesidades.

Sin embargo, para Estefanía Pozzo, antes de pensar en la implementación de políticas públicas, es necesario perfeccionar el registro de datos. “Lo que se necesita es trabajar en la elaboración de bases de datos con esta segregación que nos permita conocer el fenómeno con mayor profundidad”, aseguró. Es decir, para la periodista las estadísticas tienen que conformarse con indicadores que diferencien entre hombres, mujeres y personas LGBTTIQ+, en correspondencia con la Ley de Identidad de Género. De esta manera, se podría orientar las decisiones que se toman en función de los grupos que necesitan una mayor presencia estatal.

Políticas públicas con lentes violetas

Mercedes D’Alessandro, Directora Nacional de Economía, Igualdad y Género del Ministerio de Economía, dijo en una entrevista con la Revista TIME que “sin todo el trabajo que hicieron las mujeres este año [2020], no habría economía que reconstruir”. Las tareas de cuidado y de reproducción social remuneradas y no remuneradas fueron esenciales durante la crisis. “Este periodo nos ha permitido reflexionar y construir las herramientas y la información que necesitamos para transformar lo que queremos decir cuando hablamos de economía. Ahora tenemos que tomarlas y empezar a trabajar intensamente de cara a lo que viene”, sostuvo la funcionaria.

Según la Organización de Naciones Unidas (ONU), entre 206 países, la Argentina lideró el ranking en la implementación de políticas públicas con perspectiva de género a la hora de paliar los efectos de la crisis sanitaria, económica y social. Según el Rastreador de Respuesta de Género Global Covid-19 impulsado por la entidad en septiembre del 2020, las medidas que se destacaron fueron la excepción a las víctimas de violencia de género del decreto que prohibía la circulación y la asignación del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE).

Además, el informe dividió las medidas en distintos ejes: violencias, seguridad económica y cuidados. En el primero se suman el refuerzo de las acciones y dispositivos nacionales para atender a personas en situación de violencia por motivos de género como la articulación con hoteles para alojamiento en casos extremos y la ampliación de canales de comunicación de la Línea 144, considerada como servicio indispensable mediante resolución ministerial. Con respecto a las medidas específicas destinadas a la población LGBTIQ+, se reforzó la asistencia alimentaria para personas travestis y trans y la incorporación a los programas sociales del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación.

¿Por qué es necesario repartir la torta?

Para Candelaria Botto, si se quiere pensar políticas públicas novedosas con perspectiva de género, es necesario dar el debate sobre la “masculinización de la riqueza” en pos de una redistribución del ingreso justa. Según ella, en la Argentina es difícil hablar de una reforma estructural del sistema impositivo, por ejemplo, que es actualmente regresivo: pagan más lxs que menos tienen. “Hay que entender que estas discusiones se están dando en todo el mundo porque la distribución del ingreso viene siendo sistemáticamente desigual y sobre todo en estos años de pandemia. El rol del Estado es garantizar los pisos de derechos y fomentar el desarrollo económico con una mejor distribución de los ingresos”, explicó la economista. Teniendo en cuenta que las mujeres son las más afectadas frente a las crisis económicas, estas medidas tendrían un efecto directo sobre sus economías.

El 53,5% de las fuentes de ingresos de las mujeres del decil más pobre provienen de fuentes no laborales. Las mujeres son las principales destinatarias de programas de transferencia social. Al respecto, en la entrevista con la periodista Ciara Nugent, D’ Alessandro insistió en el trabajo que llevó demostrarles a las mujeres beneficiarias del IFE que tenían derecho a percibirlo: “A veces una mujer que trabaja todo el día en su casa con sus hijos no piensa que está haciendo una actividad económicamente importante. Pero lo es”.

Si bien la pandemia agravó las vulneraciones históricas, la necesidad de construir un mercado laboral donde entren todxs es urgente. “En el mercado del trabajo pago hay una desigualdad estructural que tiene que ver con las dificultades que tienen las mujeres a la hora de conseguir uno, no solamente por el desempleo y el subempleo, sino también por las remuneraciones y por los sectores donde se dedican las mujeres a trabajar”, aclaró Pozzo y concluyó: “Esta desigualdad, que ya existía, se profundizó por el contexto más recesivo. Quienes más caen son lxs que están más abajo. No es lo mismo caer desde una posición favorable donde tenés bastante margen para aguantar el cimbronazo que en una posición de vulnerabilidad donde ya no te queda casi más nada por perder. Porque ¿qué es lo siguiente de no llegar a comer?”

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