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Columnistas

Arte y psicoanálisis: la peste de Freud y su contagio argentino

Por Diego Rojas

Muchas veces ha surgido en diversas mentes la pregunta de por qué el psicoanálisis arribó con tanto brío a las pampas argentinas y, más específicamente, a Buenos Aires y su entorno. Es que se trata de un fenómeno social y cultural sólo similar al registrado en París, Nueva York y más específicamente Manhattan (se sabe que los Estados Unidos profundos están marcados por el atraso intelectual, cultural y político y que Manhattan, oh Manhattan, no pertenece a los Estados Unidos), y también la extravagante Eslovenia, con su Escuela de Eslovenia (claro: país donde el Doctor en Psicoanálisis Slavoj Zizek fuera candidato a presidente, alcanzando el 36 por ciento de los votos para un poder ejecutivo colectivo).

¿Y por qué la Argentina? Contaba Jacques Lacan que Carl Jung le había confiado que Sigmund Freud, al divisar la Estatua de la Libertad desde el barco que los llevaba a Nueva York, le había dicho al oído: “No saben que les traemos la peste”. Esa pandemia también llegó al país.

Batlle Planas cita al test de Rorschach.

La muestra Terapia, que se exhibe en el Malba, recorre las relaciones entre arte y psicoanálisis que fueron pródigas en el siglo XX. El psicoanálisis formó parte integral de la vanguardia artística ya que en su forma más cristalizada, la del surrealismo, conformó una de sus patas esenciales. No podría haber sido de otra manera: el surrealismo nació a la luz de los sueños de sus miembros que buscaban rastros de la sobrerrealidad que les señalara el ser.

“Yo es otro” era una de sus consignas inspiradas en Rimbaud y los sueños eran un método para lograrlo. Una ola de sueños, el libro de Louis Aragon, fue el texto primigenio de los surrealistas –antes del Manifiesto surrealista– y los mostraba como un grupo que experimentaba con la hipnosis y con ese momento del sueño que revelaba los devaneos del inconsciente. Claro, esa era también la materia que moldeaba al psicoanálisis de Freud.

¿Vos tomás LSD? –me preguntó la psicoanalista–. La próxima vez que tomes tratá de recordar todo, vení y contame”.

Cada persona atraviesa una experiencia con su terapia. Una vez cuando niño fui a una terapeuta, me dijo que dibujara. Dibujé a un hombre disparando a otro con bigotes caído por las balas mientras una mujer celebraba bajo la lluvia. Me preguntó: “¿Vos tenés celos de tu hermano?”. Obviamente le pedí a mi madre no concurrir a este consultorio nunca más.

Claudia del Río. Claroscuro latinoamericano.

Ya en la adolescencia tardía fui al consultorio de una mujer fascinante: exiliada en México, había sido amante de Cortázar y tenía un aspecto elegante y celestial. La primera sesión me contó acerca de sus experimentos académicos mexicanos con la cocaína: en una taza de café diluía un par de cucharitas de aquel polvo blanco. Luego noté que faltando quince minutos para que terminara la sesión comenzaba a hablar no solamente sobre su exilio, sino que me contaba acerca de sus hijos desaparecidos. Al terminar la sesión, en la calle, me preguntaba para qué había ido habiendo gente que sufría de verdad. Luego de varias sesiones había alcanzado la postura liberadora de abandonar la casa de mis padres. Me mostró su apoyo. Me preguntó: “¿Vos tomás LSD?”. No supe qué decir, le conté que había tomado hacía un tiempo, una vez. “Bueno, la próxima vez que tomes tratá de recordar todo y vení y contame”. No tenía en mis planes volver a tomar pepa prontamente. Fue la última vez que concurrí.

Karin Idelson, Paciente #7.

La muestra incluye las primeras manifestaciones surrealistas de Argentina llevadas a cabo por Juan Battle Planas, que agrupó a sus seguidores en su estudio. Luego muestra los libros originales de Jacobo Fijman, poeta inmenso que fue descubierto luego de su desaparición por Vicente Zito Lema y Enrique Pichon Riviere, enclaustrado en el hospital Borda para enfermos mentales. Sus dibujos característicos lo muestran con la cabeza gacha y remiten a su gran poema que comienza: “Demencia: / el camino más alto más desierto”. Así comenzaba la cuestión del psicoanálisis en el país y la inquietud que provoca en los artistas. Esta es una nación psicoanalizada y sus artistas abrevan en las aguas de las terapias.

Esta es una nación psicoanalizada y sus artistas abrevan en las aguas de las terapias.

Desde Oscar Masotta –que introdujo a Lacan y que analizó a Arlt bajo ese prisma– a Martha Peluffo o Emilia Gutiérrez, pasando por una innumerable cantidad de artistas, la muestra cumple la misión de mostrar el mármol marcado por Freud para que actúe el cincel de los artistas argentinos, que a su vez pincelaron de este modo sus propias conciencias.

 

Terapia. Hasta el 16 de agosto, en Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415 (venta de entradas online).

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